Los problemas de la economía ecuatoriana se pueden sistematizar bajo dos grandes paraguas: el de la amnesia y el de la obesidad. La amnesia de un país que se olvidó de producir y la obesidad de un gobierno demasiado grande.
Por más de 10 años, nuestro país se olvidó de producir y se dedicó a vivir de las rentas petroleras. Como había una enorme cantidad de recursos provenientes de un petróleo que en 2008 llegó a tener un precio 16 veces más alto que en los peores meses de 1998, como había tanta plata de un sólo producto, se podía despreciar la producción del resto.
Pusieron normas y trabas a todo, dispararon los salarios mucho más allá de lo que crecía la capacidad de los empleados de producir y hasta prohibieron que ciertos grupos económicos invirtieran en sectores distintos a los que ya estaban (medios y bancos). Además, pusieron impuestos tan inconsultos como el anticipo al impuesto a la renta, el de las tierras rurales o las patentes municipales. A un mercado laboral que ya era inflexible le pusieron más inflexibilidades y no olvidar las múltiples sabatinas en las que se insultó a empresarios.
Todas estas acciones ahuyentaban inversionistas, pero eso no importaba porque había un precio astronómico del petróleo y con eso se financiaba un gasto público que mantenía a la economía en movimiento, aunque siempre acumulando desequilibrios.
Y así pasamos al segundo tipo de problemas, aquellos derivados de la “obesidad”, de ese inmenso y excesivo gasto público. Considere que entre 2006 y 2014 el gasto público se triplicó (por encima de la inflación) y que en todos los años desde el 2009 el sector público ha tenido déficits importantes. Con esos datos se puede comprobar dos cosas. La primera, que el gasto fue muy grande y la segunda que era tan grande, que no había plata para cubrirlo. Y para tratar de mantener el gasto alto, el gobierno se lanzó en una campaña de conseguir recursos de donde sea.
Y mientras le produjeran ingresos, el gobierno no tuvo ningún empacho en aumentar o crear impuestos, así fueran muy distorsionantes, como el impuesto a la salida de divisas o los aumentos de aranceles. Y se endeudó por las buenas o por las malas. Les sacó plata al IESS, al ISSFA, a los fondos de jubilación privados, al Banco Central y hasta a sus proveedores (pregúntenles a los hospitales privados si les han pagado todo lo que les debían).
En el extranjero se endeudaron con el que preste, así sea prevendiendo petróleo a tasas altas, bajos precios y plazos cortos, así sea entregando el oro de la reserva internacional. Y debilitaron el balance del Banco Central por toda la plata que le sacaron y por la reserva internacional que usaron.
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