A la medianoche se cerró la campaña para las elecciones seccionales. El domingo 11 600 000 ciudadanos están aptos para elegir prefectos, alcaldes, concejales y juntas parroquiales.
Los candidatos y sus partidarios agitaron banderas, montaron tarimas, pronunciaron discursos y hasta bailaron en las últimas escaramuzas para captar votos. La campaña estuvo signada por algunas particularidades políticas muy comentadas, especialmente en el tramo final, que ojalá consten con detalles en los informes de los observadores.
El silencio electoral busca que los operadores políticos, líderes de los partidos y tendencias, y los propios candidatos eviten todo tipo de proselitismo para dejar que los electores reflexionen y decidan libremente, alejados de toda influencia. Luego de que durante 45 días han escuchado las distintas propuestas, pueden aún estudiar los planes y programas y tomar la decisión de modo personal, libre y a conciencia.
La autoridad electoral debe hacer sentir con absoluta categoría su potestad para imponer a todos los actores, sin excepción, el silencio electoral.
El Consejo Nacional Electoral debe velar por la tranquilidad y el orden durante la jornada del domingo -a través de las autoridades de la fuerza pública- y garantizar a los partidos, movimientos y candidaturas la apertura total para observar el proceso electoral y el escrutinio, y que se cumpla con transparencia el conteo de votos, para que brille sin mácula la voluntad popular.