Mientras el país se ahoga en el fango de la corrupción y el cinismo, hay quienes pretenden salvarlo… y lo salvarán. Es una sociedad enfadada, son miles de hombres y mujeres honradas y libres, que ven el sombrío espectáculo, con una indignación que les brota de su memoria y de su formación recibida en sus familias y escuelas.
En esos ciudadanos se deposita un patrimonio moral y ético poderoso que no permitirá que el país se hunda. ¿De dónde surge esa potencia interior, esa identidad de lucha permanente por el cambio y la justicia, que escucho en las orgullosas voces de ex alumnos del Instituto Nacional Mejía, emblemático colegio fundado por Alfaro en 1897.
Una de las respuestas encontré en un artículo académico que publiqué hace algunos años: “Los textos escolares de inicios del siglo XX: la moral y la identidad de los ecuatorianos”. En él se señala que 1909, “en medio de la segunda presidencia del General Eloy Alfaro, la Imprenta Nacional publicó el texto “Curso de Instrucción Moral y Cívica” escrito por Francisco de Paula Soria, declarado obligatorio para las escuelas y colegios de la República del Ecuador”.
En el mentado texto se recalca que “la responsabilidad de la difusión de los valores recae en la familia y en la escuela, en los padres y en los maestros… (quienes)… tienen la obligación de inculcar el bien, la justicia y la caridad…” En las escuelas y hogares se debe enseñar que “la fundamental relación entre los hombres es la solidaridad que se fundamenta en el amor a los semejantes. En este sentido el hombre debe luchar por la justicia… que debe respaldarse en la defensa de la vida humana y en respeto por la libertad del hombre y de los pueblos”.
Así mismo el texto señala que “la principal recomendación en moral política es la de defender y amar a la Patria. Hay que respetar las leyes e instituciones que gobiernan al estado. Hay que estar dispuestos a participar de la administración pública bajo la perspectiva del servicio y no del usufructo…Hay que colaborar para su progreso permanente contribuyendo para sus gastos”.
Para los alfaristas originales “La realización de la moral individual está en lo social, en lo público, en la forma cómo el individuo se entiende y practica como ciudadano, como corresponsable de la marcha de su Estado, de su país”.
Leyendo este texto, se entiende la fuerza moral y ética, y la vocación ciudadana de las generaciones formadas en las aulas laicas por los viejos normalistas. Allí está parte del patrimonio moral. Y se entiende como, en los últimos tiempos, la figura histórica de Don Eloy fue manipulada para los presuntos y desbordados latrocinios desde el Estado. La historia como instrumento para robar. Hay que recuperar la historia para liberar.