El Nacional, Venezuela, GDA
Apenas tenía 19 años y había aparecido en la portada de la revista Harper’s Bazaar, porque tenía el pelo rubio, los ojos verdes y una mirada enigmática que prometía demasiado. Corría el año 1943 y un director mitológico de Hollywood buscaba una cara nueva para convertirla en la estrella de una película que se basaba en un libro que había escrito un amigo suyo. Y de repente todo hizo clic.
Ella se llamaba Betty Joan Perske, pero la convencerían que optara por un nombre con mayor pegada y sofisticación, Lauren Bacall. Había nacido en Brooklyn y buscaba trabajo en el séptimo arte.
El director era Howard Hawks y estuvo de acuerdo con su esposa en que esa mujer tenía un raro magnetismo con enorme potencial. Y el escritor amigo, Ernest Hemingway, ya había aceptado que Hawks convirtiera ‘Tener y no tener’ en una trama de la Segunda Guerra Mundial. Todo era perfecto para aprovechar el éxito inesperado de Casablanca (1942). Hacía falta una historia de amor que se construyera en medio de las tribulaciones de los personajes; un lugar exótico donde la maldad de los nazis hiciera llegar su clima de persecución. Howard Hawks se cubrió las espaldas con dos guionistas soberbios: William Faulkner y Jules Furhmann. Este último ya había impreso su nombre en el conjunto de escritores que hicieron posible Casablanca.
Friedrich cuenta en su libro La ciudad de los redes, que Hawks no tenía confianza en Bacall. No le gustaba su voz aflautada, aguda y nasal. “Le tuve que decir que hacíamos películas sobre chicas muy refinadas, que las chicas que yo quería en el set no tenían una vocecita nasal. Y concluí: lo más probable es que usted no sepa declamar los diálogos que escribimos’’.
Lo que no se esperaba Hawks era oír la siguiente frase: “Y que hago para cambiarme la voz’’. Le aconsejó que fuera a un lugar apartado y que practicara un registro bajo y ronco. Se dirigió a las afueras de la ciudad con un Best Seller, La túnica sagrada, de Lloyd Douglas, que habla de Jesucristo.
Entonces comenzó a caminar por las laderas, leyendo aquel libro en voz alta. Ella misma se percató de que si la hubieran visto, le habrían recomendado el manicomio. Así construyó su voz aguda y sensual.
Aprendió de Hawks que las mujeres interesantes eran las que tomaban la iniciativa. No era casual que el director entendiera que ella escondía una dosis notable de insolencia. Solo tenía que practicar. Y lo practicó con Humphrey Bogart, en uno de los diálogos inolvidables de ‘Tener y no tener’, cuando ella lo deja en su cuarto y le dice que si la necesita, silbe. “No tienes que decir ni hacer nada. Nada absolutamente. O quizá sólo silbar. Sabes cómo silbar, ¿no, Steve? Basta con juntar los labios y… soplar”. De tanto ensayar, nació una de las historias de amor clásicas de Hollywood.
Ella acaba de morir, a los 89 años, víctima de un derrame cerebral. Sobrevivió a la muerte de Bogart. Hizo más de 50 películas y tal vez un clásico de la novela policial dejando a todos con la boca abierta.