Al inicio del año nuevo, bombardeado por las crónicas y los resúmenes del 2010, he sentido la necesidad de escribir sobre la confianza. No se trata de hacer disparos al aire y proclamar a los cuatro vientos su valor, sino de tomar conciencia de donde estamos y hacia donde vamos. Siento que hay falencias y agujeros negros en nuestra vida pública difíciles de llenar. Entre los múltiples problemas que nos acosan e inquietan, señalaría 3 aspectos:
1. La violencia, que se ejerce en sus múltiples formas. La crónica roja nos narra con detalle horrores y dolores de forma cotidiana y puntual. La inseguridad ciudadana es de tal calibre que resulta cada día más difícil vivir y morir con dignidad. No necesitamos hablar del terrorismo como forma brutal de violencia; cualquier violencia deja siempre como herencia una pesada carga de dolor, el que hoy experimentan miles de familias ecuatorianas.
2. La impunidad, que es algo más que una percepción. Hoy es una certeza, avalada por la fuerza de las estadísticas. La gran mayoría de los crímenes que se cometen quedan impunes, en medio del pim, pam, pum de responsabilidades que nadie asume. Mientras el crimen y la impunidad campeen no hay Estado de Derecho ni revolución ciudadana posibles, porque la vida y la justicia son los grandes valores que hay que defender. Su ausencia cuestiona cualquier proyecto político y convierte el discurso del ‘buen vivir’ en una caricatura.
3. La falta de participación y de inclusión de personas y movimientos socio-políticos en el debate y construcción del Estado. La democracia se construye desde la participación de todos, para que la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno en la búsqueda del bien común. Cada vez cobra más fuerza la idea del ‘despotismo ilustrado’: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La falta de participación e inclusión lleva a recalar en la falta de institucionalidad y en la ausencia de fiscalización y control. Demasiadas falencias para pensar que la barca pueda llegar a buen puerto.
Y, sin embargo, hay que seguir remando y empujando la historia nacional en la dirección de la justicia y del bien. El gran riesgo es la decepción y la búsqueda de refugio en el pan y en el circo. Mala cosa sería… Por eso, es preciso sembrar esperanza, no desde las palabras, sino desde el afrontamiento claro de los problemas. Necesitamos una ética más decisiva y, precisamente por ello, tomar decisiones que nos hagan crecer en la conciencia y en la experiencia de que construir el Ecuador es posible. El gobierno tiene el gran desafío de aunar voluntades, construir consensos y sembrar confianza. ,Hay que apostar por la vida, hacer justicia, cuidar las instituciones, ejercer un auténtico control democrático y ensanchar la participación.
Conceptos que no saco de ninguna chistera oportunista, sino del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, un buen libro de cabecera para gobernantes y gobernados invocando los postulados del humanismo cristiano.