Sello argentino en Nobel de la Paz

La Fundación Nobel adjudicó el Premio Nobel de la Paz a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). Argentina jugó un papel central en la creación, consolidación y el liderazgo de esa institución, demostrando una nueva contribución a la paz mundial, como antes lo hicieran dos argentinos galardonados con el mismo premio: Carlos Saavedra Lamas en 1936 y Adolfo Pérez Esquivel en 1980.

La diplomacia argentina fue una de las principales impulsoras del mundo de los regímenes de control de armamentos y de la creación de la OPAQ. La Convención para la Prohibición del Desarrollo, Producción y Almacenamiento de las Armas Químicas fue firmada en 1993 en Ginebra bajo la presidencia del diplomático argentino Roberto García Moritán. En esa convención se creó la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) con mandato de destruir estos arsenales "con plazo determinado y verificación internacional uniforme".

Nuestra diplomacia propuso al embajador brasileño José Bustani como primer director general de la OPAQ, consolidando el trabajo común de ambos gobiernos en la cuestión. Pero fue un diplomático argentino, Rogelio Pfirter, quien lidero la OPAQ durante la mayor parte de su existencia, entre 2002 y 2010. Durante su gestión, el organismo adquirió mayor presencia mediante inspecciones periódicas y convenciendo a los países más reticentes, como Estados Unidos, Rusia, India y Corea del Sur, a deshacerse de las armas químicas. El prestigio así conseguido es el que permitió la presión sobre Siria para que suscriba la convención y acepte las inspecciones orientadas a destruir su arsenal.

Así, en buena medida este Premio Nobel se debe a la labor de la diplomacia argentina. Queda demostrada una vez más su capacidad de articular políticas beneficiosas para el sistema internacional y para actuar en el escenario principal, ocupando el lugar que merece. Lamentablemente, también queda demostrado el efecto dañino de un gobierno que no entiende ni la importancia de la política exterior ni el papel que le corresponde jugar a nuestro país en el mundo.

En buena medida este premio Nobel se debe a la labor de la diplomacia argentina Como es sabido, cuando surgió la crisis en Siria por el uso de armas químicas, el Secretario General de las Naciones Unidas Ban ki Moon pidió por el hombre de mayor experiencia y prestigio mundial para asumir el liderazgo de la investigación, Rogelio Pfirter. Nuestro gobierno lo vetó. Que se entienda bien el significado del veto: no permitió que un diplomático argentino, pedido por el Secretario General y con el apoyo de Rusia, EE.UU. y los otros países principales con intereses en el conflicto, liderara la resolución de uno de los temas más sensibles y urgentes del momento. El Gobierno demostró, con ese gesto, que no consideraba importante contribuir de manera proactiva a la paz mundial ni asegurar la presencia argentina en los lugares de sensibilidad estratégica. Si no fuera por esa actitud, hoy las inspecciones estarían en manos de un diplomático argentino y este Premio Nobel tendría aún más nuestro sello y el de la región.

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