Acusaciones de por medio, tendremos una segunda vuelta, ya que el lenguaje del supuesto fraude en contra de Alianza País, como ya lo han señalado varios analistas, se revela como una estrategia política destinada a mantener el aire de triunfalismo e imbatibilidad, además de colocarse en el plano de víctimas, lo que a la luz de las circunstancias, es un contrasentido que el partido político que ha acumulado el mayor poder en el contexto de una democracia, y que tiene un claro control de toda la institucionalidad, no solo electoral, grite ¡Fraude!
Pero en la política parece no importar lo ilógico de la afirmación, bien han aprendido los estrategas de AP (aunque no es suyo el descubrimiento) que repetir algo, en ciertas circunstancias, termina configurando una “verdad” tan fuerte, que se sostiene en las emociones que activa y no en los hechos.
Correa habla del “fraude del ‘fraude’”, alimentando de razones a sus simpatizantes para mantener el apoyo electoral, abonando a la idea de que enfrenta a fuerzas colosales capaces de torcer cualquiera de sus “inmensos logros”, algo que se ha -repetido en otros contextos a propósito del revés electoral en Argentina, el escándalo de corrupción en Brasil o la grave crisis en Venezuela.
Siempre servirá en política ser víctima de un complot de alcance planetario.
Sin embargo, sería un error pensar que todos los votantes de AP son personas engañadas por un aparato de comunicación capaz de afirmar que el día es noche sin sonrojarse: el partido oficialista tiene una votación dura, que comparte firmemente la idea de que se debe cambiar el modelo y que Correa es el adalid del enfrentamiento entre pobres y ricos.
Una versión edulcorada y modernizada de la lucha de clases, reinstalada con un nuevo lenguaje del populismo de Laclau y compañía que da sustento ideológico a un mesianismo autoritario iluminado.
El binomio Moreno-Glas recibió cerca de tres millones setecientos mil votos, no todos provienen de personas alienadas por la propaganda oficialista que coloca de forma cotidiana en el imaginario social que este es el mejor gobierno de la historia; tampoco debido a que reciben -o han recibido- algún beneficio estatal; o porque defienden algún privilegio personal.
Los partidarios de Lasso se equivocan al tratar a los electores de Correa como ignorantes y desinformados, muchos de sus votantes creen en el modelo de estado que su líder propone en el discurso.
La votación de CREO-SUMA acumula apoyos ideológicos, pero mayoritariamente a los inconformes, ciudadanos descontentos con la situación o a quienes consideran que la alternancia es necesaria para frenar el autoritarismo; su campaña depende excesivamente de personas que no comparten el modelo económico que propone Lasso, por ello no pueden darse el lujo de hacer una campaña insultando a quienes no votaron por ellos.
Tal como están las cosas viviremos una campaña de segunda: mentiras, desinformación y escándalo marcarán nuestros días hasta el 2 de abril.