El premio literario “Franz Kafka” del presente año 2013 fue concedido por un jurado internacional, a Amos Oz, el escritor israelí más notorio de nuestros días, autor de una rica y vasta obra que está traducida a 30 idiomas. Amos Oz, nacido en Jerusalén en 1939, anteriormente recibió el premio Príncipe de Asturias, el Premio Israel de Literatura y el Premio Goethe. Todos ellos, gracias a sus novelas y ensayos. Entre sus títulos más difundidos, debemos señalar ‘Un descanso verdadero’, ‘Una historia de amor y oscuridad’, ‘La bicicleta de Sumji’ y ‘De repente en lo profundo del bosque’.
En otro libro muy seductor, ‘La historia comienza’ (Siruela/Gussi), traza un juego donde vincula al lector con el escritor, o sea, él mismo. En sus páginas, Amos Oz analiza los comienzos de diversas piezas maestras de la literatura universal y por qué seducen a quien las lee. Entre ellos, el comienzo de cuentos y novelas de autores tan conocidos como Gógol, Chéjov o García Márquez.Recuerda Amos Oz que su padre escribía “libros sesudos”, y revela que llegó a sentir una suerte de envidia por la libertad con la cual su hijo (este hijo) redactaba novelas. Veía que no se acompañaba con libros de consulta, ni diccionarios u otros textos, porque Amos Oz, como todo novelista, se sometía, desnudo, al doloroso momento de enfrentar la hoja en blanco. “Sólo yo y el vacío y la desesperación”, para decirlo con sus palabras. Pero naturalmente tenía un tema, y sobre él edificaba sus libros, como sigue haciéndolo hoy. Coincidía en esto con el maestro Ernesto Sábato, quien sostenía que todo escritor verdadero escribe siempre el mismo libro, aunque cambiando un poco la anécdota, se repite, es lo más profundo: su visión del mundo.
Aquí, se pregunta Amos Oz, qué debe contar en el primer capítulo de un libro, el autor. Y advierte que en el inicio de “La dama del perrito”, el personaje de Chéjov hace gestos hasta que la dama le dice que el animalito no muerde. Allí está el primer paso para seguir adelante.
Imaginemos un ejemplo: un hombre se sienta una tarde, con una mujer, a la mesa de un café. ¿Comienza la historia con una pregunta de ella con el hombre acercándole la silla para que la dama se siente? ¿Debe decir que la tarde es fría, o no? ¿Ello importa al relato? Si no es importante que sea fría la tarde, entonces, ¿por qué no dialogan en una plaza, mirando a unos chicos jugar? No se trata simplemente de si estas son o no son astucias literarias para lograr atraer al lector a un mundo de placer y juegos. Todo ello está por la mente de un escritor enfrentado a la hoja en blanco, la que, al decir de Amos Oz, se asemeja a una pared encalada, sin puertas ni ventanas.
Vale la pena dejarse llevar por, y descubrir los vericuetos que un creador planifica a medida que escribe, para convencernos de que lo que leemos es verdadero. No otra cosa ha hecho en sus propios libros, que no nos sueltan.