Zika, el nuevo enemigo

Una nueva amenaza se cierne sobre el Ecuador. El zika, infección que afectó por décadas a poblaciones de monos y que inicialmente se presentó en humanos en Micronesia, en el 2007, se expande de manera vertiginosa.

Este virus llegó a Brasil en mayo del 2015. Desde entonces se ha expandido por toda la región. Actualmente, ya se han presentado casos de zika en 17 países de América Latina. Con ello, a la lista de enfermedades ‘tropicales’, como el dengue, fiebre amarilla, el paludismo o la chikungunya, ahora se suma el zika.

El clima, en lugar de dificultar, le favorece. El vector que transmite el zika, el mosquito Aedes aegypti, prolifera en ambientes por debajo de los 2 200 metros sobre el nivel del mar.

En el caso del Ecuador, extensas zonas pobladas están por debajo de ese nivel. Uno de los factores que tienden a favorecer la proliferación de este mosquito es la existencia de agua empozada y estancada. Si se toma en cuenta que en este momento la costa del país atraviesa por la fase invernal, las condiciones son más que favorables para que esta enfermedad se propague, con el riesgo de que afecte a miles de personas.

De lo que se ha podido determinar hasta el momento, dos son sus principales efectos: microcefalia en bebés contagiados en el periodo de embarazo y síndrome de Guillain-Berré, que provoca parálisis. En este escenario, estamos frente a un grave problema de salud pública.

En el caso de Brasil, el problema no solo radica en el número de infectados. Se ha constatado el nacimiento de 3 530 bebés con microcefalia por efecto del zika. En Colombia, según datos publicados por la revista Semana, hay actualmente
14 000 casos. Según el Gobierno colombiano, se prevé que hasta fines del 2016 esta cifra llegue a los 600 000 casos.

Pese a que hasta el momento no existe un tratamiento médico que combata esta enfermedad, una de las acciones que más pueden ayudar está en el campo de la prevención. Es decir, una forma de controlar la expansión de esta epidemia es dar un manejo adecuado del agua almacenada en tanques o del agua empozada fuera de las casas, alcantarillas, vías, parques. Ahí cumple un papel fundamental no solo la población sino incluso las autoridades de salud pública y gobiernos locales.

Uno de los aspectos que dificulta un tratamiento oportuno, tiene que ver con la sintomatología. Se calcula que el 80% de los infectados de zika no presenta síntomas. Ello aumenta el peligro para las mujeres embarazadas.

Si a esto se suma el aumento de la movilidad de las personas, este virus puede transmitirse fácilmente a otras ciudades y países. Un día puede estar en Río de Janeiro y, al día siguiente, en Barranquilla, Caracas, Esmeraldas o Guayaquil. Es decir, su propagación, dependiendo de las circunstancias, podría desatar una pandemia en otros territorios. He ahí la gran tarea que tiene el Gobierno y principalmente las autoridades de salud.

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