Este miércoles comienza en Quito la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Hay la expectativa de que en esta cita, a la cual asistirán 21 jefes de Estado, se traten temas de especial relevancia para la región: crisis económica, reducción de la desigualdad y, posiblemente, la situación política de Venezuela. Se esperan al menos 24 resoluciones sobre temas como migración, seguridad alimentaria, nutrición y erradicación de la pobreza, cambio climático y elección de la sede para el 2017.
Los temas que serán abordados en esta cita son variados y todos ellos son de importancia para América Latina. Sin embargo, una de las preguntas o cuestionamientos que uno necesariamente se hace de este tipo de encuentros es sobre su utilidad.
Si no recuerdo mal, hace un año, justo cuando el Ecuador asumió la Presidencia de la Celac, el Gobierno ecuatoriano incluyó en una de las resoluciones el objetivo de erradicar la pobreza extrema en América Latina hasta el 2020. Pregunta: ¿Cuánto se ha avanzado en este sentido?
Si damos seguimiento a las cumbres anteriores, en las cuales se han abordado otros temas, da la impresión no solo de que se ha avanzado poco, sino que hay serias debilidades para dar seguimiento y evaluación de los acuerdos. Incluso la agenda de temas tratados en otras cumbres presidenciales se repite de manera innecesaria. A este respecto, Alain Fairlie decía que en América Latina se da una especie de ‘spaguetti-bowl’ entre instancias como la CAN, la Alianza del Pacífico, Mercosur, la Alba y la Celac.
Aunque cada una de estas instancias de integración tiene en teoría una vocación distinta, la existencia de muchos esquemas regionales en lugar de favorecer tiende a debilitarlas. De ahí la necesidad de ir a una necesaria convergencia de por ejemplo la CAN y el Mercosur en una instancia como la Unasur.
Creo que algo parecido se ha querido hacer al tratar de reemplazar a la OEA con la Celac. No obstante, esto no ha tenido éxito. La integración no puede basarse en función de sesgos ideológicos: ¿Cómo podemos hablar de integración sin Estados Unidos y Canadá? ¿La situación de Cuba y Venezuela debería llevarnos a no hablar de derechos humanos y democracia?
Pese a que esto de ir hacia una convergencia de plataformas subregionales y regionales debería ser algo lógico y necesario, no es fácil. Hay intereses y posiciones de diverso tipo que han frenado los procesos, llevando a que ciertas instancias de integración, como la CAN y el Mercosur, atraviesen actualmente por una profunda crisis.
No solo eso. Da la impresión que América Latina, pese a “estar mucho más integrada”, está desunida. La prioridad dada a ciertos intereses y asuntos coyunturales no ha posibilitado estructurar acciones estratégicas de corto, mediano y largo plazos. Las ampulosas declaraciones presidenciales han adolecido de falta de acciones concretas. Elementos suficientes no solo para preguntarse para qué sirve la Celac sino cómo deberíamos integrarnos mejor.