Tengo derecho a percibir los acontecimientos políticos que me rodean de acuerdo con mis propios criterios. La libertad de expresión que me asigno responde a tal convencimiento. Respetable, creo yo, y más si en lo personal no obtengo provecho alguno como no ser que por ahí alguno de mis lectores se halle de acuerdo con lo que pienso y expongo.
Un día memorable el pasado 24 de mayo. Nuestro país continuará un proceso que se inició hace seis años cuando Rafael Correa llegó a la Presidencia de la República. El mismo rumbo, la misma propuesta: salir del pantano del subdesarrollo. Palabras mayores en un país vulnerable hasta no más, una nave al garete hasta hace poco, desconcertado, pasto de las arbitrariedades más inicuas como la politización de la justicia en beneficio de los grupos dominantes. País de los consensos hasta ayer, todos poniéndose de acuerdo en la tajada que les correspondía.
En aquel 24 de mayo se asistió, pues, a un milagro en la historia de la política ecuatoriana. El proceso de cambio continuará con el apoyo de quienes se hallan mejor preparados, más calificados para ejercer funciones públicas complejas, más claros en el desafío que supone salir del pantano.
Los seis años transcurridos nos han llevado a que Gabriela Rivadeneira presida la Asamblea Nacional. Resulta ser el mejor ejemplo de los cambios que se van dando en la sociedad ecuatoriana. Es una figura que me lleva al optimismo. Con ella concluirá el ciego, torpe y estéril enfrentamiento entre quienes gobiernan, legislan y fiscalizan. A más de inteligente debe tener un carácter muy fuerte, de esos que se imponen cuando tienen razón. En mis últimos tiempos de profesor universitario, los mejores estudiantes, las mujeres.
Ya era tiempo de que a un Vicepresidente de la República se le asignaran funciones de gran responsabilidad: el programa económico del Gobierno en manos de Jorge Glas. El cambio de la matriz productiva el desafío para un técnico ecuatoriano que cuando como ministro negociaba con las compañías extranjeras a estas les llevaba al convencimiento de que no se hallaban ante un representante de Somalia o Eritrea, aquellos desdichados países africanos. Centrales hidroeléctricas que les falta poco para entrar en funcionamiento, la minería a gran escala pese a la oposición de los anarquistas que sueñan pero no proponen nada en cuanto a ‘transformaciones profundas’, la Refinería del Pacífico que ya cuenta con financiamiento, una mayor producción de petróleo. Lo de la agroindustria y la petroquímica, se las ve como posibles gracias a las políticas de desarrollo del talento de nuestras gentes.
En esta columna he cuestionado los desatinos del Gobierno en cuanto a libertad de expresión y en salud pública y sus graves consecuencias. En otros campos tengo derecho al optimismo.