EL literato Vargas Llosa asimila la calidad del desarrollo a la calidad del inodoro cuando con toda razón afirma que “donde vacían su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor determinante para saber si están todavía en la barbarie del subdesarrollo o han comenzado a progresar”. Es que si no hay acceso universal a la dotación de agua de buena calidad y a los servicios de alcantarillado con buen tratamiento de las aguas residuales la calidad de vida no mejora y, por el contrario, es fuente de enfermedades recurrentes y masivas.
Por eso las Naciones Unidas en el 2010 caracterizó como un derecho humano básico a la universalización del acceso al agua y saneamiento. No se puede pedir que un trabajador sea productivo si está enfermo por estas causas, pues si toma agua mala su salud es mala y si sus servicios sanitarios son malos también lo será su desempeño en el trabajo urbano o rural. Un niño enfermo por estas causas evitables no puede aprender ni crecer sanamente y entonces el Estado tiene que gastar mucho en más hospitales, más médicos y más medicamentos. Es un asunto de prioridades que deben definirse de manera urgente si se quiere ser inclusivos.
Las políticas públicas en esta materia requieren de una gran capacidad de gerencia de proyectos, de voluntad de los gobernantes para practicar realmente la equidad asignando suficientes recursos fiscales a estas acciones básicas para el desarrollo humano. Tres millones y medio de ecuatorianos no tienen agua en sus casas durante 24 horas ni tampoco cuentan con excusados aseados ni adecuado tratamiento de las aguas servidas. Los desagües deben cubrir las zonas marginales de las ciudades ecuatorianas, para no tener que ver más la tragedia de los pobladores por las inundaciones y la destrucción de sus casas, que siempre pertenecen a los más pobres.
Estas son las obras básicas en las que debe emprender el Gobierno en los próximos cuatro años bajo el lema de agua limpia para todos y saneamiento para todos, porque la universalización de estos servicios producirá un ahorro en los ingentes gastos de hospitales, medicamentos y profesionales de la salud. Cómo nos agradaría ver en la publicidad del Gobierno que la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas -por ejemplo- ya cuenta todos los días del año con buenos servicios de agua y alcantarillado.
Para proyectos de este tipo hay crédito disponible en la CAF y en el BID, a largo plazo y con costos menores. Si queremos menos colapsos en los hospitales públicos y privados gastemos más y mejor en satisfacer este derecho humano fundamental para el progreso real de los ecuatorianos. Los gobiernos seccionales grandes y medianos deben organizarse mejor para emprender en estas obras de gran aliento y a los pequeños el Gobierno debe acometer directamente las obras, sin más dilación.