Acabo de recibir un correo electrónico muy parecido a esas ‘cadenas de la felicidad’ que marcaron mi infancia y la de varias generaciones más. En esa época (en la mía) era un papel mal doblado que llegaba a la casa con la imagen del Divino Niño y la orden perentoria de hacerle siete copias para distribuirlas por el barrio. Quien no cumpliera estaba avisado, le llovían obscenas desgracias; quien lo hacía estaba a salvo, recogiendo monedas.
El tiempo pasó -suele pasar- y esa explotación del miedo y de la buena fe hizo las delicias de Internet, como si sus antecedentes de papel apenas hubieran sido lo que en verdad eran: un balbuceo prehistórico, el experimento tímido y preparatorio del paraíso del spam. Hablo por mí que abro todos los correos, que agradezco y gestiono todas las herencias africanas y abandonadas que me gano a diario, que reenvío cuanta cadena de oración y cuanto chiste me llegan, para curarme en salud.
Se me puede ir el día así pero ese es el precio que hay que pagar por el milagro de la tecnología; faltaría más. Hoy, por ejemplo, recibí ese correo que les digo: una verdadera cadena de la felicidad. Sin amenazas ni divinos niños ni nada, solo una entrevista que ha pasado de mano en mano y que arrastra consigo todas las direcciones desde las cuales la han difundido y la han vuelto un esperanzador fenómeno de multitudes. Debo confesar que primero la leí con resignación, luego con asombro y maravilla. La reenvié seis veces, esta es la séptima. Este es mi barrio.
Se trata de una entrevista a un presunto y rozagante médico costarricense, el doctor Pedro Paniagua Mata (escriban el nombre en Google y vean su foto). Y digo “presunto médico” porque podría no existir y la entrevista ser un invento, todo una ficción. Sería lo de menos: nunca he visto tanta sensatez y tanta claridad juntas, nunca. Con una sonrisa, encogido de hombros, el doctor Paniagua desmonta varios mitos sobre esa nueva religión de nuestro tiempo, ‘la vida sana’.Más que un médico -de existir-, Paniagua es un filósofo: un sabio y un iluminado. Y su filosofía se resume en un principio irrebatible: la única vida sana que hay es la vida feliz; ninguna más. ¿Debemos reducir el consumo de alcohol?, le preguntan, y responde: “De ninguna manera. Todos los licores son de origen vegetal, así que no limite demasiado su consumo”. ¿Es bueno hacer ejercicio? “Mi filosofía es que si usted no se siente mal, ni tiene dolores, no haga nada. Si está saludable, ¿por qué mortificar su cuerpo?”. No me explico que a este hombre no le hayan dado todavía ningún Nobel.
No se trata tampoco de promover los malos hábitos, la molicie. Es obvio que es mejor comer cosas saludables, no excederse con nada ni lanzarse a la piscina sin agua de los vicios y la lujuria. Sé que hay estudios científicos que recomiendan vivir bien. Pero ahí está el problema: ¿qué es vivir bien, para qué vivimos?