El ingeniero Bolívar Cevallos no es hombre asustadizo, pero cuando describió a través de la televisión el lacerante drama que ha planteado la sequía dentro de las zonas campesinas, no podría negarse que lo hizo con auténtica angustia. Y clamó por un plan de emergencia para salvar la producción de alimentos y de bienes exportables, con medidas de inmediato plazo, otras de mediano plazo y un grupo de largo plazo, pero todas indispensables dentro de un esquema armónico y sistemático.
Cevallos preside la Cámara de Agricultura de buena parte de la Sierra, justo los ámbitos central y norte, allí donde la sequía se ha ensañado con especial fuerza y ciertas zonas registran ya 11 meses del fenómeno.
Las agudísimas alteraciones del clima las atribuyó al empresario, el calentamiento global y ante la evidencia de que centenares de productores “lo han perdido todo: las semillas, el capital circulante, el trabajo y la esperanza”, propuso la efectiva implantación del “seguro agrícola”, que compensaría al sector -pequeños agricultores, medianas y grandes empresas- de los daños sufridos como efecto de fenómenos de la naturaleza – heladas, sequías, inundaciones, vientos, erupciones, tsunamis, etc.
Afirmó que el “seguro” es muy preferible a la caudalosa migración hacia los cinturones de miseria de las grandes ciudades y a las condonaciones de deudas por parte del Banco de Fomento y su descapitalización.
Aparte del “seguro” para el arroz y el maíz duro, Cevallos mencionó a la papa, el fréjol, la cebada, la leche, etc., respecto de la Sierra.
Otra medida comprende la culminación de las obras de infraestructura que estén inconclusas como los reservorios; los canales artificiales de riego, recubiertos para evitar el desperdició del agua; la protección de las cuencas hidrográficas; los métodos eficaces de riego – por goteo, aspersión, etc.-; las especies de buenas productividad pero menor exigencia humeda, etc.
Insistió sobre todo el presidente de los agricultores, sobre la urgencia de comenzar labores agresivas y ambiciosas de forestación, para purificar la atmósfera y regular los ciclos lluviosos.
Hizo alusión al proyecto de sembrar con el Gobierno de Pichincha 100 mil hectáreas de bosques a razón de 10 mil hectáreas cada año, que debería extenderse a todo el país, y comentó la conveniencia de devolver el anticipo del impuesto a la renta, sobre ganancias que no se obtuvieron el año anterior.
“Administrar la escasez” fue la definición de la Ley de Aguas que se debate y a la que encontró varias deficiencias; planteó que las “autorizaciones” se mantengan en los mismos términos; se moderen las multas y se cuente con todos los interesados en las Juntas respectivas.
¡Un esquema, pues, tan indispensable, cuanto urgente y bien coordinado de acciones totales!