Todo vino como un castigo desde cuando en la Asamblea de Montecristi al derecho a la salud se le agregó la obligación del Estado de proporcionar atención médica gratuita –diagnósticos y tratamientos-, a todos los habitantes del país, sin distingo alguno. Decisión descabellada que multiplicó el número de quienes recurrían a los hospitales del Ministerio de Salud Pública (MSP). La presión de una magnitud tal que ante el colapso que se venía el Gobierno declaró en emergencia al sector Salud. Más de mil millones de petrodólares pasaron a manos del MSP, que demostró tener capacidad de gasto: compra de equipos, incremento de personal, ampliación de espacios físicos.
El nuevo ministro Dr. Chiriboga trata de corregir falencias hospitalarias que han venido acumulándose desde hace 30 años, y responden a problemas estructurales del propio MSP. Le cae el mundo encima cuando con ocasión de los neonatos es evidente que aquellos enormes recursos no solucionaron aspectos fundamentales y básicos de la problemática asistencial. De emergencia en emergencia. Para la segunda se destinan 400 millones de petrodólares adicionales.
Con responsabilidad el ministro Chiriboga administra los millones. Si faltan termocunas lo que no hará es comprar equipos como el angiógrafo, costosísimo, que aún no funciona en uno de los hospitales de Quito. Se impone la reorganización del MSP, para lo cual contrata los servicios de una consultora. Se dan los pasos para que concluya la barbaridad que supone contar con más médicos que enfermeras. Y así.
Como corregir las causas de los problemas no es conducta de los países subdesarrollados, se cuestiona la lentitud del ministro Chiriboga en utilizar los 400 millones. Una vez que los hospitales continúan congestionados y para muchos decir salud pública es curar las enfermedades, ante la presión el ministro de Salud baja la guardia y decide la construcción rápida de 11 hospitales (!).
Lograr que el sistema de referencias funcione; contar con las enfermeras y médicos de familia; ampliar al máximo las consultas externas de los hospitales, etc. demanda tiempo y consensos. Todo muy bien si se cuenta además con voluntad política ilustrada y petrodólares para que el MSP, en colaboración con los municipios, realice lo básico y fundamental, los programas de medicina preventiva: saneamiento ambiental, agua potable, sal yodada, harina de trigo fortalecida con hierro, nutrición infantil, investigación de patologías tropicales.
Debió habernos helado la sangre la noticia de que los países desarrollados habían decidido utilizar parte de sus reservas petroleras para alimentar el mercado. La baja del precio del crudo se ha iniciado. Futuro catastrófico el que puede esperarnos, en todos los campos, desde luego, en salud.