En elegante y sobria edición realizada en Bogotá bajo el sello del grupo editorial Penguin Random House, a la cual pertenece ahora Grijalbo, ha circulado desde hace poco el más reciente libro del Pájaro Febres, como le conocemos sus amigos a Francisco Febres Cordero Jijón.
Para sorpresa de todos los que creían que él solo podía escribir páginas de humor, éstas, como las de su libro anterior, van en serio, muy en serio, teñidas por la nostalgia del recuerdo de un Quito que ya desapareció bajo la fiebre voraz del “progreso”: su desarrollo se ha ido llevando los restos de una sociedad pobre pero digna, que vivía bajo el humo del incienso pero era capaz de la rebeldía cuando algún mandamás empezaba sus abusos. En aquel Quito, cuya población oscilaba alrededor de los trescientos mil habitantes, se vivía con parsimonia, se amaba la tradición pero se sabía admitir con cautela los cambios que se creían positivos; era un Quito donde una vieja aristocracia que vivía del trabajo de los indios en sus haciendas interminables, todavía conservaba el respeto y la consideración de los demás, aunque todos anhelaban en secreto el final de los rancios privilegios. Y en ese Quito aldeano y señorial al mismo tiempo, nacido en el seno de esa aristocracia, nació un hombre llamado a ser un sabio enamorado del pasado prehispánico y decidido político que dio al pensamiento conservador tales avances, que muchos de sus coidearios lo encontraron peligroso. Aquel sabio, que fue también un hombre bueno, fue Jacinto Jijón y Caamaño. A él, a su vida ejemplar, a sus relaciones familiares, a sus afanes políticos, a sus incesantes investigaciones arqueológicas, a sus nutridas relaciones internacionales, está dedicado este libro del Pájaro Febres, cuya familia materna está emparentada con la familia Jijón.
No se trata de una biografía rigurosa. Aunque confiesa haber contado con la colaboración del investigador experto en rastrear documentos Bryan Tite, al Pájaro le pareció espantoso producir uno de esos pesados mamotretos plagados de citas y notas a pie de página con los cuales se engolosinan los intelectuales acartonados. Prefirió echar abajo los andamios, abandonar las muletas y caminar con sus propios pies, como los escritores de verdad.
Liviano, ameno, pero preciso, el libro del Pájaro fue incluido en la colección editorial de narrativa: y lo es de verdad. Es la narración íntima, cálida, nutrida por la memoria propia y la memoria familiar, en la cual se entrelazan los datos allegados a través de la lectura de una abundante documentación sobre el del periplo de quien fuera el primer alcalde de Quito elegido por voto popular. Un hombre al que la ruina de la vieja aristocracia y el ocaso del conservatismo han contribuido a sepultar en el olvido, dando muestras de que el Quito de hoy, como el Ecuador entero, ha perdido también la nobleza de la gratitud. El libro del Pájaro, titulado “El sabio ignorado”, es también un acto de reparación y una admonición que nos mueve a dejar atrás ese injusto olvido.