Ahmadinejad, quien fuera presidente de Irán hasta hace algunos meses -cuyo intercambio de visitas y cortesías con nuestro Jefe de Estado sorprendió a muchos ecuatorianos- se encuentra ahora enjuiciado por la Corte Suprema de Justicia de su país, “por haber mentido al pueblo y desobedecido abiertamente a la ley” durante los dos períodos de su gobierno, del 2005 al 2013. Ha dicho el Presidente de la Corte iraní que esta conducta formaría parte de los “desastres” de los que ahora responsabiliza a Ahmadinejad, entre los que menciona el haber protegido a delincuentes manteniéndolos en cargos de Gobierno, a pesar de las advertencias de la Corte. Se ha recordado, en este juicio, que el año 2009 fueron apresados algunos manifestantes que se pronunciaban en contra de la reelección presidencial. Las voces que entonces se alzaron para defender los derechos de los detenidos fueron silenciadas por el Régimen, bajo la acostumbrada acusación de que pretendían subvertir el orden y la seguridad del país.
Muchos se preguntan ahora ¿por qué la Corte Suprema de Justicia no levantó su voz en defensa de las víctimas de entonces dando la impresión que obedecía a quien ahora acusa? Al reflexionar sobre estos hechos, cabe concluir que los caprichos de la fortuna dirigen con frecuencia los destinos del mundo. Quienes hoy se ven ensalzados y disfrutan del favor electoral de las masas y del ejercicio del poder, mañana podrán ser severamente juzgados por lo que ahora nadie osa exigirles explicaciones. Ahmadinejad gobernó Irán con mano de hierro, guiado por un fanatismo que muchos confundieron con firmeza de principios, tomó decisiones arbitrarias que entonces se pensó que eran severas pero necesarias, y aisló internacionalmente a Irán con actitudes que se presentaron como la digna defensa de la soberanía iraní.
Pero cuando los tiempos cambian y la moderación sucede a la intemperancia, la objetividad a la visión única de partido, la democracia al autoritarismo, llega la época de rendición de cuentas. Y así, los Ahmadinejad que ha producido y aún produce la historia dejan de liderar multitudes para sentarse en el banquillo de los acusados, dejan de ser la voz suprema que decide sobre todos los poderes del Estado y pasan a ser interrogados por uno de esos poderes que antes controlaban, dejan de hablar a nombre del pueblo para ser juzgados y condenados por ese mismo pueblo. Una canción medieval decía: Como el sol derrite el hielo, así la rueda de la fortuna cambia para el pobre tanto como para el poderoso. Sic transit gloria mundi.
¿Será esta una de las razones por las que todavía existen líderes que, como ayer y seguramente como mañana, ven en la reelección la solución para sus problemas frente a la historia? ¡Qué ingenuos y equivocados están!, ¿verdad, señor Ahmadinejad?