El anuncio hecho por Rafael Correa de que subastará el Rolex que el Emir de Qatar le regaló a su hijo, al igual que la bicicleta con los colores de la bandera ecuatoriana que a él le obsequió el presidente de China, Xi Jinping, para reunir “unos fonditos” y “hacer unas casitas” en zonas indígenas, no es únicamente un colorido gesto demagógico con el fin de ganar simpatías, sino la triste evidencia de la calidad de liderazgo de Correa y de su comatosa conciencia institucional.
La subasta de un Rolex y de una bicicleta para reunir “unos fonditos” y dedicarlos a obra social podría ser, sin duda ,una loable muestra de desprendimiento si quien la hace es un ciudadano común y corriente. Pero es muy distinto cuando el autor es funcionario público y más aún si se trata del principal ideólogo de un gasto público particularmente generoso.
Cuando se es responsable de un gasto público inmenso en el que abundan ministerios, muchos de los cuales son identificados justa o injustamente por la sociedad como emblemas del despilfarro y del gasto fatuo, como es el Ministerio del Buen Vivir, un anuncio como el de la subasta del Rolex se convierte en un acto de vacua demagogia, que encierra una grave contradicción conceptual.
Esta contradicción se desnuda, por ejemplo, cuando quien anuncia la subasta es gestor de una inversión que está sobre los USD 1 000 millones en trabajos de remoción de tierras para
una refinería que aún no tiene accionistas en firme o cuando se ha tratado de sembrar la falsa ilusión de un país de Primer Mundo a expensas de alegorías costosísimas, como el lanzamiento de un satélite de cuyos ‘aportes’ al desarrollo de la ciencia nacional nadie conoce.
¿No será acaso mucho mejor para el país eliminar los subsidios a la gasolina, que benefician a los que menos lo necesitan, y no tener que empeñar el futuro del petróleo ecuatoriano a cambio de créditos chinos?
Resulta contradictorio y muestra la pobreza de conciencia institucional que gobierna el país, por ejemplo, que un Presidente que ha decidido tener dos aviones para la Presidencia de un país muy pobre ahora pretenda ganar simpatías con el anuncio de una subasta que en el mejor de los casos alcanzará para una humilde vivienda. ¿Cuántos Rolex se pueden comprar con un Falcon 7X, señor Correa?
A esto hay que sumar el giro emocional que se pretendió dar al anuncio. Que sea el Rolex del hijo le otorga una carga sentimental y un toque mesiánico a la donación y que el otro objeto subastable sea una bicicleta con los colores de la bandera también lleva cierta carga simbólica, pues no hay que olvidar que en la última campaña la bicicleta fue parte fundamental del decorado publicista.
Más obra social hubiese, Correa, con austeridad en el gasto público o hasta quizá donando a alguna institución de beneficencia los USD 600 000 que un banco le dio como indemnización cuando ya era Presidente.
mpallares@elcomercio.com