El país que quiso ser

Hasta donde llega mi memoria, el espacio de tiempo que cubren tres generaciones, casi un siglo, y porque me asigno el derecho a opinar, no le debo nada a nadie, confieso que tan solo en los últimos años, hasta la caída brutal de los precios del petróleo, el optimismo se abrió paso en mi ánimo y en el de la mayoría, desde el momento en que el ‘enviado de Dios’ fue abatido en las urnas.

Lo que mi memoria recuerda son destellos de luz: la consolidación del Banco Central, la creación del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y la Casa de la Cultura Ecuatoriana, la construcción del Puente de la Unidad Nacional sobre el río Guayas, el desarrollo admirable de la Escuela Politécnica Nacional y de la Escuela Politécnica del Litoral, la presencia en el campo de la salud pública del Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical y del Instituto Ecuatoriano de Nutrición.

Del resto lo que mi memoria recuerda son desventuras y desventuras. Nuestro espacio geográfico reducido a la mínima expresión. Inclusive cuando nos impusimos en el campo de batalla nuestros negociadores a lo que llegaron fue a que nos concedieran un kilómetro cuadrado en territorio peruano, sin salida soberana, en memoria de tal hazaña. Para los diplomáticos peruanos la evidencia de que nuestras tropas habían sido las invasoras pues la línea de frontera quedó fijada centenares de kilómetros más allá de los puestos en que nuestros soldados no dieron un paso atrás.

Lo que mi memoria recuerda es que miles de familias campesinas costeñas abandonaron sus pequeñas fincas de tierra fértil para ir a engrosar los Guasmos, pobres y hambrientas. El Banco de Fomento en auxilio de los terratenientes; los insumos agrícolas a precios de escándalo, sin control alguno: los silos del Estado, desmantelados; la salida de una producción cada vez más menguada a lomo de mula. Cuando los dos atracos bancarios, millones de emigrantes que no se resignaban a pasar de la pobreza a la miseria. Son los “Poderosos (los) culpables de crear la pobreza” (papa Francisco).

Lo que también tengo presente es que en materia de educación pública, con las excepciones antes señaladas, el monitoreo internacional nos situaba en niveles muy cercanos a los africanos. Los paros de la UNE, de hasta tres meses, un mal sin remedio. Prácticamente inexistentes los recursos estatales destinados a la investigación científica y al desarrollo tecnológico. La mortalidad infantil y la malnutrición infantil crónica propias de los países que se ahogan en el pantano del subdesarrollo. El ‘enviado de Dios’ y el ‘dueño del país’ empeñados en el control de las Salas de lo Penal: la politización de la Justicia documentada por el Diario EL COMERCIO.

Es el marco de referencia de cuando llega al Poder quien cree que no estamos perdidos. Optimismo en el país que quiere ser.

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