Sin que exista todavía un plan económico del nuevo gobierno, el ministro de Finanzas ha planteado que los empresarios dejen de pagar el aporte patronal al IESS y que el gobierno lo haga para bajar los costos de los productos. Esto es como trastrocar la leyenda de Robin Hood pues se utilizarían los recursos estatales que son de todos los ecuatorianos para dar deliberadamente a los empleadores, lo que es un absurdo solo comparable a lo que en el pasado otros confusos eliminaron el impuesto a la renta y reemplazaron con un impuesto a los cheques. Intentar que el dinero de nuestros impuestos sea usado para pagar el aporte patronal al IESS es algo que no tiene presentación política ni económica ni social. De prosperar esta improvisación, deberíamos aceptar que tampoco los trabajadores aporten con parte de su sueldo al IESS.
El ministro de Finanzas está para conducir la economía que afecta a 16 millones de habitantes y no puede malpensar en voz alta, dada la delicadeza de sus funciones. Definir la mejor política económica para sortear la crisis latente requiere seguridad de pensamiento y prever las consecuencias de sus actos, pues no estamos para experimentos que van a confundir a los agentes económicos internos y externos, ni el gobierno está para dar saltos al vacío como si gozara de un superávit fiscal.
Las exportaciones tradicionales que hace el Ecuador desde hace más de medio siglo no necesitan ningún regalo porque en esos productos es competitivo con el resto del mundo. Y los productos que se han adicionado como exportaciones menores tampoco porque también son competitivos, aún en dolarización, porque si no lo fueran no se exportarían.
En el comercio internacional la variación de los precios de productos primarios hacia arriba y hacia abajo es inherente al negocio. Cuando es hacia arriba los productores y exportadores tienen buenas y merecidas utilidades y cuando bajan los precios toca ajustarse los cinturones como han hecho en el pasado los productores ecuatorianos a base de su esfuerzo auténtico sin esperar que nadie les pague los aportes patronales de sus trabajadores.
Quienes si necesitan el apoyo estatal son las nuevas empresas para hacer productos modernos con valor agregado importante, que ocupen mano de obra calificada, apliquen tecnologías de alta productividad y generen divisas. A ellas se debería enfocar un gran programa de ayuda liberando impuestos por un lapso prudencial, concediendo créditos no caros y funcionales a las características de los sectores concernidos, pues ellos tienen que hacer grandes esfuerzos para penetrar en los mercados mundiales.
Quizá estos exabruptos ocurren porque han precipitado un diálogo ampuloso sin tener definido un Plan Económico con hechos que se propongan concretar para el mejoramiento de la competitividad productiva, porque las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada.