Cuando ya no pueda pensar, quiero que me ayuden a morir con dignidad”, así se expresaba al cumplir los 100 años la doctora Rita Levi-Montalcini, excepcional neuróloga italiana acreedora al Premio Nobel de Medicina en 1986 por haber descubierto el Factor Crecimiento Neuronal. Murió con dignidad a los 103 años, el día 30 de diciembre y nos sumamos a las voces de pésame que por su muerte han proliferado por todo el mundo.
Hija de padres sefarditas afincados en Italia, sufrió la segregación por ser judía impartida por Mussolini, quien a través del “Manifesto per la Difesa della Razza” prohibió que los judíos pudieran estudiar en las universidades y acceder a una carrera académica o profesional. Discípula del célebre histólogo italiano Giuseppe Levi (mentor de tres premios Nobel en Medicina) inició su interés en el crecimiento de las fibras nerviosas, y durante la Segunda Guerra Mundial, a escondidas, montó un laboratorio en el cual inició el estudio del crecimiento de células nerviosas, en embriones de pollo, interés que mantuvo hasta llegar a obtener el Premio Nobel compartido con Stanley Cohen, por descubrir que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que es trasmitida por unas sustancias llamadas factores de crecimiento.
En su autobiografía ‘Elogio de la imperfección’ decía que había tratado siempre de conciliar dos aspiraciones irreconciliables: la perfección en la vida o la perfección en el trabajo, y descubrió el valor de la imperfección en ambas. Feminista aguerrida, defensora de los derechos de las mujeres, nunc+a se casó pues decía que le habría sido difícil obedecer a un marido como lo vio hacer a su madre. Declarada por el Gobierno italiano Senadora Vitalicia, se destacó como defensora de las clases menos favorecidas y opositora tenaz de los totalitarismos.
Conocedora del cerebro y sus funciones declara que el hemisferio derecho “es la parte instintiva, la que sirvió para hacer bajar al australopitecos del árbol y salvarle la vida. La tenemos poco desarrollada y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas les sigan. Todas las tragedias se apoyan siempre en ese hemisferio que desconfía del diferente”.
El legado de esta mujer brillante, valiente y tenaz en perseguir sus sueños no solamente abarca el campo de la ciencia, sino también dejó enseñanzas de vida y entre ellas la de cómo enfrentar la muerte.
En una entrevista realizada cuando cumplió 100 años, sobre cuál es el secreto para esa longevidad productiva fue: “La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, solo morirá mi pequeñísimo cuerpo”.