La risa y el buen humor son exclusivamente humanos, aunque haya entre los animales expresiones parecidas. La risa como el habla, se dice, fue posible desde que el hombre se irguió y liberó al tórax del peso del cuerpo al caminar.
Fisiológicamente es la exhalación del aliento y la distensión muscular, pero produce un efecto liberador, alienta sentimientos positivos y reduce el estrés.
Se considera que tiene también efectos medicinales porque aumenta la producción de anticuerpos, reduce el colesterol y glucosa en la sangre, libera endorfinas y regula la presión sanguínea.
La niñez es la etapa más alegre de la vida; los niños ríen unas 300 veces por día y una persona adulta al menos 80 veces. Pero hay también personas que ríen solo una vez por semana o no sienten necesidad de reír.
No siempre fue considerada benéfica la risa. Platón pensaba que solo demuestra la maldad y el disparate y en la Edad Media se tenía por diabólica.
El monje ciego de la novela “El nombre de la rosa” llega hasta el asesinato para evitar que se lea el apócrifo tratado de la comedia de Aristóteles argumentando que “La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable…la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo…”.
El miedo se puede decir que es el sentimiento contrario a la risa. Es una sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, produce ansiedad y angustia.
En el cuerpo provoca efectos contrarios a los de la risa: incrementa el metabolismo, se detiene el sistema inmunitario, aumenta la presión arterial y la glucosa en la sangre.
El miedo ha sido siempre un arma de dominación política y de control social.
La historia demuestra que donde más despiadados fueron los gobiernos, más se cultivó la sátira política como antídoto contra el miedo.
Esta semana nos han hecho pensar en el miedo, la risa y sus conexiones.
Un piquete de soldados que entra, sin previo aviso ni motivo aparente, en horas de la noche a un domicilio, es algo que creíamos quedaba solo en capítulos tenebrosos de la historia política.
No asusta a los afectados solamente, asusta a todos.
Si pueden llegar a cualquier domicilio a buscar supuestas evidencias; si cualquier juez o fiscal puede autorizar solo “porque usted lo ha pedido”, entonces es algo que le puede ocurrir a cualquiera de nosotros. Esto es crear falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
Las amenazas, a un caricaturista, desde el poder, es amenaza contra todos. Lo bueno de este caso es que al ser ridículo provoca risa y sirve más bien para disipar el miedo.
En la eterna pugna entre el poder y el humor siempre ganó el humor porque es más divertido y, cuando el pueblo descubrió el mecanismo, el miedo cambió de bando.