De riñas, familias y tolerancia

Leyendo las noticias del fin de año, encontré algunos temas que es imposible silenciar: "Riñas dejan cinco veces más muertos que la guerra: cuatro de 10 homicidios ocurren en medio de peleas. Las riñas dejaron casi 70 000 lesionados en 2013" (El Tiempo, 5 de enero). Claro que ese concepto de riñas merece un análisis más profundo de su significado exacto. Ya sabíamos que el día más violento del año era el Día de la Madre. Le siguen los días navideños y el primero de enero.

Hace tiempo que filósofos, sociólogos, sociólogas y psicólogas nos han dicho que la familia no es ese nidito de amor que sigue poblando los imaginarios y que nos presentan los comerciales y aun múltiples telenovelas. Siempre me acuerdo de esta frase lapidaria de Jean Paul Sartre: 'Familia, la odio', una frase que nos hubiera debido advertir de lo complejo de las dinámicas familiares, y más hoy, cuando estamos aprendiendo a reconocer familias recompuestas y nuevas familias; así que los viejos idearios culturales ya no sirven para encuentros obligados en fechas emblemáticas.

Y están, aparte de los conflictos familiares, riñas entre pandillas, vecinos, riñas callejeras y conflictos son numerosas ante la multiplicación de las diferencias y diversidades de toda clase,sean sexuales, de creencias religiosas, políticas o de etnia y ante las cuales quizás, y mientras crecemos, habría que introducir la sonrisa de los sabios budistas, como nos lo recomendaba Octavio Paz.

Sí, la opción budista me parece una interesante opción porque ante el concepto de tolerancia, hoy muy registrado y nombrado, me asalta una duda: sabemos que no es lo ideal ni lo suficiente, aun cuando en el actual contexto sería una solución pasable mientras los hombres y las mujeres aprendan a conocerse, comprenderse y talvez respetarse. Significaría empezar por soportarse en cuanto seguiría siendo un hecho transitorio y provisional mientras lleguemos al respeto del otro, de la otra, o aun al reconocimiento acompañado de la reciprocidad. Sin embargo, la tolerancia sigue siendo un concepto muy ambiguo y muy paradójico, pues cabe preguntar: ¿podemos tolerar el fanatismo, el racimo, el sexismo, la exclusión, la violencia, la miseria? Ahí reside la paradoja de la tolerancia. Habría, quizás, que mezclar tolerancia con respeto: aprender a escuchar las opiniones del otro, entender sus creencias sin que signifique compartirlas. Pero conocerlas para establecer un diálogo y, siempre y cuando sea posible, aprender de él.

Temas que van a estar a la orden del día con una intensidad innegable si logramos firmar unos acuerdos de paz que deberían llamarse acuerdos de convivencia, reconciliación y perdón, aun cuando sea de lo imperdonable para muchas colombianas y colombianos. Estos son los temas que nos deben preocupar en 2014, nos tenemos que preparar con la mejor disponibilidad posible. Siempre y en todos los casos, estaría la sonrisa de los sabios budistas.

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