En mi casa de niño, en Manta, a nadie más le gustaba el fútbol y como la radio no sintonizaba bien las transmisiones, la única manera de seguir los campeonatos de Quito y Guayaquil era mediante las crónicas de los diarios nacionales. Así desarrollé el gusto por un género muy especial, el fútbol escrito, aunque los grandes cronistas de la época no se ocupaban de un tema más bien pedestre y de poco vuelo intelectual a pesar de los saltos y cabezazos prodigiosos de Alberto Spencer con la camiseta de Peñarol.
Una generación después el panorama había cambiado: sociólogos, antropólogos, cineastas e importantes escritores empezaron a tomar nota de este fenómeno deportivo que se expandía por el mundo de la mano de la televisión. Hasta un novelista tan sofisticado y madrileño como Javier Marías reunió sus artículos deportivos en ‘Salvajes y sentimentales’, libro donde habla del fútbol como la recuperación semanal de la infancia y mantiene el culto a San Di Stéfano, santo también de mi devoción.
Ahora, llevado por la fiebre del Mundial que se avecina, he releído fragmentos de obras como ‘Dios es redondo’, del estupendo narrador mexicano Juan Villoro, cuyos artículos y reflexiones son auténticas obras de arte que descubren la belleza, el humor, la pasión y la sabiduría inmersas en un partido de fútbol, espejo rutilante de la sociedad actual. Hincha del atribulado Necaxa, Villoro describe a Aguinaga como ese gladiador cansado que arrastró a los suyos a un título en el que ya nadie creía. Porque la desdicha mexicana es que viven en la ciudad más grande del mundo, pero su juego no está a la altura.
A Eduardo Galeano, autor de ‘El fútbol a sol y sombra’, le pasa exactamente lo contrario, pues proviene de un país chiquitito con un inmenso historial futbolístico: Uruguay. Cruzando sus anécdotas con política, literatura e ironía, escribe que “la omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar”. Y que gozar, puesto que el gol es el orgasmo de la cancha.
Otro ‘bocatto di cardinale’ para los admiradores del fútbol rioplatense es ‘Boquita’, esa historia personal del club de sus amores narrada por el famoso Martín Caparrós, cuya fuente principal es la legendaria revista El Gráfico. El bigotón Caparrós relata los avatares de Boca Juniors y recrea el mundo de la hinchada con sus barras bravas, sus cánticos y sufrimientos, instalándonos en la Bombonera, donde el gordo que mete bulla se llama Maradona.
Frente a ellos, jugando como local, surge ‘Pase al vacío’ del miraflorino Esteban Michelena, cultor de la gambeta escrita. Sus retratos de héroes caídos como el Zapatón Klinger o el boxeador Mercado, y la crónica del inolvidable partido de 112 minutos con una Argentina tramposa y un Vinicio Rhon ensangrentado, no tienen desperdicio. Así que… ¡a leer, fanáticos!