Las medidas de ajuste que está aplicando el Gobierno tienen un alto grado de coincidencia con las recomendaciones formuladas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) la semana pasada.
De las 10 recomendaciones que envió el FMI a las autoridades del Gobierno, unas siete ya se han aplicado total o parcialmente, y otras están por ejecutarse en los próximos meses. Todo esto ocurre sin necesidad de firmar un acuerdo ‘stand by’ o aplicar las típicas medidas de ajuste como en décadas pasadas.
¿Qué cambió? ¿El FMI recogió los postulados de la revolución ciudadana o el Gobierno se pasó al lado de los economistas ‘OCP’, por aquello de ortodoxos, conservadores y prudentes? La respuesta puede ser múltiple, pero es innegable que hay recomendaciones del FMI que se cumplen al pie de la letra.
Algunos ejemplos: focalización de subsidios, eliminación de las restricciones a las importaciones en el 2016, recortes en los gastos no prioritarios del sector público y reformas legales para que lleguen recursos del exterior (proyecto de Alianzas público-privadas) y para dar credibilidad en el dinero electrónico, así como una política que priorice la estabilidad del sistema financiero.
A fin de año se conocerá si también se aceptará la recomendación de contener el aumento salarial en el sector público, aunque ya existen recortes de personal.
El ingrediente socialista de estas medidas -dirá el Gobierno- es que el ajuste está dirigido a los más ricos del país y por lo tanto no afectará a los pobres, lo cual es debatible pero servirá para convencer a los que siguen creyendo en el socialismo del siglo XXI. También podrá decir que no ha aceptado las recomendaciones de crear amortiguadores fiscales (fondos de ahorro) o de evitar el financiamiento del Banco Central al Fisco.
Más allá de ese debate político, las coincidencias con el FMI muestran que el Gobierno ha encontrado otra opción que la ortodoxia para capear la crisis. La economía, requiere de liquidez con urgencia y el FMI puede ayudar a conseguirla.