El “diálogo” propuesto por el presidente Moreno ha sido, hasta ahora, un dispositivo exitoso de recuperación de capital político y simbólico por parte del nuevo gobierno que arrancó, con bajos niveles de legitimidad. Gracias a este instrumento, el prestigio del mandatario gira por el 80%.
La invitación de Lenín a conversar, a bajar la tensión, a escucharse, a un país agotado luego de 10 años de verticalismo, insultos y deslegitimación a la crítica, ha sido bien recibida. El único angustiado es el correísmo fundamentalista.
Pero, la luna de miel entre el presidente Moreno y la gente, se agotará pronto, si del diálogo no salen políticas concretas y compromisos que conduzcan a reales cambios. Unos urgentes, otros a mediano y largo plazo, respecto al gobierno de Correa: corruptos destituidos y en la cárcel; escuelas comunitarias reabiertas en las mejores condiciones; economía saneada.
Tanto esfuerzo de nada servirá a Lenín, si su Vicepresidente, con tan vertiginoso e incontenible desprestigio, sigue a su lado, como si no pasara nada, frente a la montaña de evidencias que como minas aparecen a diario a su paso. Los ministros (as) y consejeros correístas u oportunistas, completan la carga que lleva a sus espaldas el Presidente. Tal escenario es insostenible. Ya mismo estallará.
Hasta ahora el diálogo ha servido al poder para comprar tiempo y legitimidad. Es un diálogo, de formato vertical, de arriba hacia abajo. Convocado desde el poder hacia la gente. Reproduce un esquema correísta, donde los fines democráticos pueden perderse, y la sociedad podría ser nuevamente utilizada. Entonces, desde la organización social ¿Qué hacer? No retraerse, sino aprovechar el momento y el espacio, tomar al diálogo como una oportunidad para reorganizarse y retejer la red de relaciones e ideas que fueron fracturadas y debilitadas por la extrema concentración de poder del estado caudillista.
La sociedad civil debe revertir el esquema. No debe esperar la invitación del Estado para generar espacios de conversación. Debe auto convocarse, establecer diagnósticos sobre la situación del país y formular soluciones y propuestas. Entendido así el diálogo servirá para restituir voz y fuerza política a una sociedad que debe erigirse en protagonista válido e informado en la conversación con el gobierno. Sólo así, se volverá a crear condiciones de equilibrio en las relaciones entre sociedad-Estado, condición básica para el ejercicio de los derechos y de la democracia.
En estos días, un ejemplo exitoso de iniciativa de sociedad civil, se suscitó en el encuentro nacional del Contrato Social por la Educación, que desde abajo, con voces diversas, prepara propuestas educativas para una conversación con MinEduc. Esta experiencia debería replicarse en otros temas.