Sería bueno recordar que Arafat, el líder de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) no se ganó un Nobel de la Paz por simpático, por buena gente o debido a su oratoria destacada y brillante. La principal razón que argumentó el Comité Nobel en 1994 fue la contribución histórica del palestino por sustituir el odio y preferir la cooperación con Israel. Mandela también prefirió el perdón y descartó el odio.
Por eso mi extrañeza cuando una inteligente tuitera preguntó la semana pasada a través de la red: “¿Qué les parece que se reúnan los alcaldes de Cuenca, Guayaquil y Quito?”
Mi respuesta fue que en una sociedad normal eso no tiene nada de extraño, ni siquiera es una noticia, no es una reunión clandestina, todo lo contrario. ¿Acaso los alcaldes de las
ciudades citadas o el de Guaranda, los de Esmeraldas, Ibarra, Cotacachi, Zaruma, Latacunga, Ambato, Durán, Tulcán, etc. no nacieron en el mismo país?
La pregunta a través de Twitter simplemente reflejaba una realidad, la de creer que por razones ideológicas es imposible que podamos conversar. La historia universal es tan rica en ejemplos. Pero algunos continúan en el pasado o añoran una Alemania dividida por un muro o una Europa separada por una cortina de hierro.
Siempre me ha parecido descabellado que la sociedad se divida en izquierda y en derecha, en buenos o en malos. ¿Acaso un sacerdote católico tiene que preguntar a un moribundo cuántas veces en su vida asistió a misa para bendecirlo con la extremaunción? Las actitudes políticas se miden en hechos y en acciones, lo mismo que la prédica. No se puede proclamar la unidad y al mismo tiempo cuestionar que tres, cinco, no importa el número de alcaldes, concejales o asambleístas se reúnan de manera civilizada para expresar visiones diversas.
Por sus limitaciones culturales no sería un buen ejemplo citar la declaración de Maduro a propósito del asesinato cobarde de un niño de 14 años: “Pertenecía a una secta de derecha”. Pero ese es Venezuela, un país que se desangra precisamente porque un gobernante sectario nunca dialogó con otras corrientes ideológicas que no sean las del partido en el poder. Me parece que en materia de democracia y libertad tenemos enormes diferencias conVenezuela y sus gobernantes que tienen actitudes cada vez más alejadas de las que proclamó Bolívar, especialmente por el tema del autoritarismo.
Hace ocho años el Ecuador dijo basta al sectarismo político, a la concentración del poder en un solo partido político que controlaba todo. La mayoría apoyamos esa gran propuesta de cambio porque la democracia es como el agua, requiere que se mueva, que tenga vida y se oxigene.
El país tiene aún muchos temas para debatir, pero lamentablemente nos empantanamos por una reunión entre alcaldes y nos volvemos paranoicos por eso.
@flarenasec