Restauración y revolución

El tema los tiene nervios. Los militantes de la auto proclamada Revolución Ciudadana y su líder , que insiste en no querer la reelección, piensan que tienen una misión mesiánica: impedir la ‘restauración conservadora’.

En esa proclama está la clave de la justificación que insiste en cambiar la Constitución que dizque iba a durar 300 años. Bloquear a otras tendencias políticas en su ascenso al poder.

La alternabilidad es una de las virtudes del sistema democrático. Tener un gobierno de izquierda, otro de centro, otro de derecha y sus matices combinados, responde a una lógica pendular. En el país habría que agregarle- más por carácter que la ideología - el matiz populista y las formas caudillistas que adoptan los líderes (Flores, García Moreno, Alfaro, Velasco, y otros...).

Pero parece ser cuestión de vida o muerte cerrar el paso a otras corrientes y tendencias. Ni 2007, ni 2008 fueron el día cero de la República ( ¿ la II? ) ni el fin del ya largo Gobierno de Alianza País y las tres elecciones consecutivas suponen el fin de la nación.

Políticos que provienen de distintas tendencias y que fueron parte del pasado muchos de ellos y ahora giran en torno a la figura del Presidente, sostienen que lo de antes era todo malo y lo de hoy todo bueno.

Cierto es que ese discurso anti ‘partidocracia’ caló en el electorado, entre otras cosas por la corrupción y la mediocridad de algunos de sus dirigentes, además del agotamiento del sistema de poder y por la falta de renovación de liderazgos.

Sin embargo, varios de los usos, abusos y vicios de la ‘partidocracia’ se reproducen sin rubor en tiempos de esta supuesta revolución. La negación de la república ha supuesto además quebrar el sistema tradicional de equilibrio de poderes y propiciar una concentración desconocida e inaudita de poder en torno a la figura del mandatario que controla no solo el ámbito de su espacio natural sino que influye, presiona y hasta se entromete en espacios que se presume ajenos y que la independencia de poderes debiera salvaguardar.

La propaganda y el discurso han convencido a una serie de personas que vivimos en una suerte de paraíso, donde el socialismo se aplica y la revolución es la fórmula.

La pertenencia a la Alba, las proclamas anti- imperialistas, las simpatías con Evo, Fidel y la figura del Chávez o el ‘Che’, se evocan con insistencia.

Pero la realidad es otra, la dinámica del mercado invade los centros comerciales. Varias empresas privadas han crecido, se enriquecen, y no quieren modificar el status quo, el cambio de matriz productiva agrada a muchos y el crecimiento de las exportaciones cautiva a otros.

Los préstamos chinos a altos intereses de los primeros años ahora se entremezclan con los nuevos coqueteos con los organismos internacionales antes denostados.

La restauración conservadora está en marcha. Lo que no quieren los gobernantes es alternar en el poder con otras fuerzas de similar especie o líderes de otros partidos.

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