El concepto de resiliencia es la capacidad de una persona de recuperarse frente a la adversidad y adaptarse positivamente ante situaciones complejas, para salir fortalecida y proyectar su futuro con base en fuerza de voluntad como cualidad principal. El trágico suceso que le dejó parapléjico a Lenin Moreno en 1998 afectó su vida pero hizo de él un ser resiliente, que salió adelante a pesar de la desgracia, con un propósito vital que fortalece sus capacidades y que le llevó a alcanzar un destino nacional.
Esta resiliencia personal va a ser muy necesaria para gobernar un país afectado no solo por la impreparación del recurso humano para ser productivo y competitivo sino por la turbulencia política y la corrupción delincuencial, que pueden hacer metástasis en la gobernabilidad. No podemos pedir milagros porque ellos no existen. Los milagros se alcanzan trabajando duro, con seriedad y eficiencia.
Pero podemos fijar una ruta clara para prosperar equitativamente.
Sin demasiadas disquisiciones teóricas ni discusiones improductivas, sabemos que el principal problema del Ecuador es la falta de empleo adecuado que es el indicador fundamental de la prosperidad.
De 8 millones de población económicamente activa solo 3 800 000 tienen trabajo remunerativo con seguridad social y oportunidades de progreso. Pero el 52% por ciento restante sufre condiciones precarias de trabajo, subempleo y desempleo, lo que constituye el desafío más grande no solo del gobierno sino del Ecuador entero. Todo el país es responsable de dar trabajo remunerativo con equidad de género a 4 200 000 personas y este objetivo superior está por encima de todas las prioridades. Nada es más importante en materia de derechos humanos que más gente tenga lo suficiente para conocer el bienestar.
Aquello ha sucedido porque la facilidad petrolera nos hizo un país de comerciantes, más que de industriales o agricultores. Quito, Guayaquil, Cuenca y Manta crecieron urbanísticamente y se multiplicaron vitrinas comerciales antes que fábricas modernas de bienes transables y exportables.
Ser resiliente ante el dramático desempleo de nuestros jóvenes obliga a mejorar la aprehensión de las nuevas tecnologías que dan trabajo de calidad y mejor remuneración. Emprender para crear software para exportar, a más de bananos, es la verdadera revolución. Para esto no hemos hecho nada, pero si hemos consumido tecnologías de información y comunicación gastando en internet, telefonía y televisión pagada más de USD 2 500 millones de en 2016, cuyas grandes empresas solo pagaron 95 millones de impuestos que equivale a un ridículo 3.8%.
Ahora que la Unión Europea va a subir los impuestos a las grandes empresas tecnológicas, también el Ecuador debe revisar estos tributos sin demora, para financiar el desarrollo del conocimiento de los jóvenes ecuatorianos.
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