Me costó escribir esta columna, no es un lunes cualquiera, sabremos, de darse todo con normalidad, quién gobernará los próximos cuatro años.
Tengo una certeza mientras la escribo, viviremos cambios con independencia del triunfador. De ganar el oficialismo los cambios serán más en las apariencias, nuevos nombres, forma y estilo de liderazgo. No solo es la continuidad del partido en el poder, tenemos condiciones políticas, sociales, económicas e institucionales que impedirán modificar la forma en que se encaran las discrepancias en la sociedad.
Vivimos una degradación de las prácticas políticas, estamos en una ‘república vuvuzela’ se reflejó en el Estadio Olímpico el martes pasado. Se usaron recursos públicos para financiar entradas a un grupo organizado con la finalidad de ahogar las expresiones de descontento o de protesta contra el régimen o del candidato oficialista. Personas que se convierten rápidamente en violentas. La policía impidió que esa violencia se desborde, pero sin detenciones, poniendo en evidencia que los encargados de controlar los abusos y el uso de recursos públicos miran a otro lado, anuencia explícita a este tipo de acciones. El aparato de comunicación modificó rápidamente el enfoque de lo sucedido, presentando a los victimarios como víctimas, sacando el máximo provecho de la torpeza de algunos opositores que expresaron una serie de prejuicios en el límite de la xenofobia e incluso de racismo.
Esta ‘república vuvuzela’ condicionará a quien llegue al poder, pero especialmente al oficialismo que usará a estos grupos para responder a una oposición que, incluso perdiendo, será mucho más fuerte, porque las condiciones son diferentes, con una sociedad mucho más polarizada, un régimen sin dinero y sin mayoría absoluta en la Asamblea. Moreno dependerá de la institucionalidad organizada para apoyar al “proyecto” y de esas fuerzas de choque, ‘defensores de la revolución’, que se sumarán a los simpatizantes del oficialismo.
De ganar la oposición habrá cambios, sin embargo, Guillermo Lasso, además de las dificultades económicas, enfrentará condiciones políticas, sociales e institucionales aún más difíciles.
Sin importar quien triunfe quedarán incólumes las instituciones, hechas a medida del correísmo, no pensadas en una república bajo el imperio de la ley (de la Constitución) sino en un gobierno de personas.
Desmontar está lógica, con el deterioro institucional y social, será difícil para todo demócrata, defensor de los derechos humanos y de los valores republicanos.
De triunfar el continuismo seguiremos con un poder autocrático, un Estado al servicio de intereses particulares, que ahora cuenta con grupos organizados para acallar la protesta o el descontento.
De ganar la oposición tendremos que enfrentar a tentaciones autoritarias en el intento de desarmar el estado de cosas. Días, meses y años difíciles nos esperan.
@farithsimon