Religión y economía

Después de analizar estadísticas de 59 países de todas las regiones del mundo, Robert Barro –uno de los economistas más influyentes de los últimos 50 años y autor, junto con Rachel McLeary, de “Religión y crecimiento económico”– llegó a la sorprendente conclusión de que el crecimiento económico también es estimulado por la creencia en una vida después de la muerte. La celebración de la Navidad contribuiría entonces al crecimiento económico, en la medida que refuerza en los cristianos la creencia de que Dios envió a su hijo para salvarles.

Aquello les alentaría a llevar una vida correcta y productiva para conseguir de esta forma la vida eterna y evitar el castigo del infierno. (Las estadísticas de Barro demuestran que la amenaza del infierno pesa más que el premio del cielo cuando los creyentes toman sus decisiones económicas).

Pero el aspecto más importante del trabajo de este economista es que presenta evidencia empírica que contradice aquella tesis ampliamente aceptada hasta ahora que afirma que las sociedades se secularizan –abandonan sus credos religiosos– a medida que se desarrollan económicamente.

Barro asegura que en aquellas sociedades adineradas quienes profesan una fe nunca abandonan sus creencias, aunque dejen de practicar sus ritos específicos (como asistir a misa, por ejemplo). Para estas personas, creer se ha vuelto más importante que pertenecer a una iglesia determinada.

Barro demuestra estadísticamente que las convicciones religiosas de la gente están positivamente correlacionadas con su nivel de educación, su expectativa de vida y su tasa de fertilidad. Esto significa que en las sociedades estudiadas por él, es probable que alguien con estudios universitarios, una expectativa de vida de 80 años y más de un hijo, crea en un cielo y un infierno al que Dios le enviará para premiar o castigar su comportamiento en esta tierra.

La acumulación de riqueza iría entonces acompañada de un incremento de la religiosidad y no de un creciente agnosticismo, como inicialmente se creía.

Este fenómeno ya es notorio en países como los EE.UU. o Arabia Saudita, en donde importantes grupos sociales han utilizado su enorme poder económico para radicalizar el tema religioso, hasta convertirlo en una fuente de permanente tensión social y política.

Así y todo, el trabajo de Barro sirve para subrayar la importancia de respetar y promover la libertad de culto, pues además de atender las necesidades espirituales de los creyentes, las religiones facilitan su inserción productiva en la sociedad.

Este ensayo permite también destacar el rol primordial que tienen los valores y los ideales en el desarrollo económico, un tema que ha tomado una fuerza inusitada tras el fracaso de un cierto materialismo determinista que tan en boga estuvo no hace mucho tiempo.

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