Ya quedan pocas dudas. Al principio se negaba la existencia de un problema. Luego se aceptó que se habían presentado circunstancias adversas temporales. Más adelante, con la imposición de ciertos ajustes, el criterio era de que lo peor ya pasó. Ahora, empieza la limpieza. El problema es serio. Estructural. De largo plazo.
Finalmente, el Gobierno, luego de reconocer que hay que cuidar los equilibrios macroeconómicos, da los primeros pasos para desmontar parte del andamiaje público que creó en estos casi nueve años de gestión. Reconoce, sin decirlo, la inviabilidad de la política económica sustentada en la multiplicación del gasto público.
Llegó la hora de las enmiendas y van a ser dolorosas. Son inevitables. Regresa el recetario tantas veces menospreciado y vilipendiado de la austeridad y la prudencia.
Ni modo, es reconfortante ver el cambio de criterio, aunque es bastante tarde y el daño ya está hecho.
Sin embargo, hay contradicciones. Por un lado se busca la inversión privada. Se aceptan sacrificios fiscales. Por otro, se declara la terminación unilateral de contratos petroleros. Se insiste, además, en las leyes de la herencia y la plusvalía.
Si no se hubiera demorado tanto, los correctivos posiblemente eran menos duros de los que se ven en el horizonte. De cualquier manera, no había escape. Se desafiaron muchas normas aprendidas de las crisis anteriores. Ahora hay que digerir las medicinas.
Petroecuador da pautas. Hay tres líneas de acción: despedir empleados, vender activos y subir precios. Las razones están a la vista. Son ineficientes. No hay dinero. Hay que cuidar lo poco que queda. Lo que antes era bueno y recomendable: ampliar los servicios para regularizar precios y garantizar calidad compitiendo con los privados, hoy luce contraindicado: se pierde dinero. Se hace competencia desleal a las actividades privadas por los subsidios recibidos.
Empieza el proceso de ajuste gradual (que recuerda etapas pretéritas) de eliminación de subsidios. Habrá que ver cuánto avanza esta línea de acción. ¿Se involucrará otros productos a la gasolina súper? De ser así, es de esperar algún impacto en los precios internos. Ese es el costo del ajuste en este campo.
De cualquier manera, si bien esto ayuda a cerrar el déficit, no hay manera de evitar la reducción del gasto público. Ahí la tarea es hercúlea. El país está de regreso hacia la redefinición de los papeles del Estado: más pequeño y eficiente.
Pero cómo la competitividad es vital para el sostenimiento de la dolarización y existe inflexibilidad salarial, el ajuste caminará también por un desempleo mayor. Es otro, dentro de varios no mencionados, de los costos de haber omitido a la productividad en las decisiones del mercado del trabajo.
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