Columnista invitada
Es vox pópuli en estos días que el Ecuador regresaría al Fondo Monetario Internacional (FMI), en busca de un préstamo para mitigar la falta de liquidez. El argumento es real. Todos sabemos que hay déficit presupuestario, generado por la baja del precio del petróleo y el abultado gasto público.
Y como la necesidad es apremiante y los acreedores escasos, el Fondo parece hoy una buena opción. Al fin y al cabo, es una institución cuyos objetivos son fomentar la cooperación monetaria entre sus miembros, facilitar el crecimiento, contribuir en la generación de confianza de sus socios, a través de préstamos y garantías con sus fondos.
Al ser el Ecuador parte activa está en pleno derecho de hacer uso de los beneficios que otorga esta controvertida institución.Se habla de un monto cercano a USD3 000 millones, que curiosamente es el valor que el país necesita, según se calcula, para poder cumplir sus obligaciones pendientes hasta diciembre del año en curso. En efecto, existirían proveedores públicos impagos, compromisos adquiridos con el exterior aplazados y proyectos paralizados, todo esto sin contar la disminución abrupta de la inversión pública planificada, menos visible por ser a mayor plazo.
De ser así, probablemente habrá ciertas condiciones que el país deberá cumplir para recibir los desembolsos del préstamo. No se sabe aún cuáles serían, pero resultan imprescindibles, pues todo acreedor debe asegurarse su pago y una de ellas generalmente es la disminución del gasto público, una medida básica y de sentido común para corregir la estructura de dispendio que lleva al déficit y a la deuda, cuyos montos son preocupación para los diferentes agentes económicos, causa de la desaceleración económica e indicadores importante en la determinación del nivel de desarrollo de los países. La deuda se acerca al 40% del PIB y solo el 61% ha sido financiada de lo requerido para este año.
Pero no solo eso. Se ha socializado ya la venta de activos. Tal es el caso de las más de 40 gasolineras, la no renovación de contratos y/o despido de funcionarios públicos, recorte de subsidios a industrias que usan el diésel y fuel oil y el incremento del precio de los servicios. En síntesis, estaríamos frente a un conjunto de medidas de política económica ortodoxas, pero que permitirían cerrar al menos en parte la brecha generada por la salida versus ingreso de divisas.
El Ecuador y el mundo viven una era de relativismo. Cuando nos conviene algo es bueno, mientras cuando no nos conviene es malo. Esta parecería ser la lógica que movería al país a regresar al FMI, en busca de lo que otrora incluso fueran objeto de duras y groseras críticas, como si las instituciones per se tuvieran la culpa de los malos manejos que en determinados momentos de la historia realizan algunos ilustres desconocedores de los objetivos y fines establecidos en su origen y razón de ser.
Es bueno saber que enmendar resulta positivo y que a veces las palabras deberían tener un precio para no desvalorizarlas tanto.