Hace pocos días el canal Discovery difundió un documental sobre la fuga del policía John Frank Pinchao, quien permaneció nueve años secuestrado por las FARC y logró su libertad tras un recorrido que duró 17 días, en medio de la selva, y con muy pocos recursos para la sobrevivencia.
Sin saber nadar improvisó un flotador que amarró a su cuerpo y, tras vencer el miedo, se dejó llevar por la corriente de los caudalosos ríos amazónicos limítrofes con Brasil. El documental ‘Fuga de las FARC’ fue producido en ocho meses y logra escenas espeluznantes sobre el valor que tiene la libertad para los humanos.
En el cine proyectaron la película ‘The way back’, que fue traducida como ‘Camino a la libertad’, que narra la historia de una decena de presos en un campo de trabajo forzado en la región de Siberia, una de las más inhóspitas del mundo, durante el régimen autoritario del inefable Joseph Stalin.
En busca de la libertad, los presos recorren en 11 meses 7 000 kilómetros, una distancia similar a la que hay entre Argentina y México. De las nieves gélidas al desierto arrasador, la historia es real, existió y la contaron los cuatro sobrevivientes que llegaron hasta la India en busca de libertad.
Esa historia también la narra, con bastante elocuencia, el escritor y bloguero Carlos Suasnavas en su libro ‘33 historias imprescindibles’. El filme es dramático pero se ciñe con rigor a los hechos descritos.
La Real Academia de la Lengua define como libertad a la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y también al estado o condición de quien no es esclavo. La humanidad ha luchado siempre por conseguir la libertad, cuyo antónimo más preciso es la condición de esclavo.
Libertad es la que no tienen Abigail Heras y Cristina Campaña, 28 y 25 años de edad, respectivamente. Están presas desde hace 10 meses, pero acaban de levantar una huelga de hambre que casi dura un mes. Sus funciones vitales se debilitaron pese a que fueron atendidas de urgencia en un hospital en varias ocasiones.
Por suerte, aunque tarde, algunas organizaciones humanitarias comienzan a clamar y a gestionar la libertad de Abigail y de Cristina, que integraban un grupo que en la actualidad es denominado ‘Los 10 de Luluncoto’, integrado por jóvenes idealistas que querían cambiar el mundo, pero fueron acusados de terroristas.
A pocas horas de la Navidad, los demás integrantes fueron liberados, pero estas dos mujeres continúan encerradas. Quiero apelar a la sensibilidad del vicepresidente Lenín Moreno, un hombre que ha demostrado que, por encima de las pasiones políticas, existe justicia. Él sabe que hay gente que sufre y familias acongojadas que esperan el regreso a casa de Abigail y de Cristina. Puede que no sea la figura jurídica, pero una amnistía es lo que necesitan estas jóvenes para regresar a la libertad.