Los últimos cambios ministeriales no sorprenden. Todo lo contrario. Ricardo Patiño ha estado tratando por años de ejercer influencias un poco más “revolucionarias” y por tanto más desestabilizadoras en las Fuerzas Armadas.
Tal vez resentía no haber podido politizar lo suficiente a las Fuerzas Armadas como lo hizo Hugo Chávez. Y ya que pudo de-institucionalizar la Cancillería al punto de convertir la carrera diplomática en un mal chiste y la política exterior ecuatoriana, en un desaguisado de márketing exterior para el régimen y sus clientes, seguro aspira a hacer lo mismo con las Fuerzas Armadas.
Eso no quiere decir que lo logre.
Lo cual nos lleva a Guillaume Long y su esperado ascenso como canciller. Conocí a Guillaume en el 2008 cuando frecuentaba FLACSO mientras hacía su tesis doctoral.
Le contratamos como profesor sustituto de Relaciones Internacionales por el período de un año, pero siempre estuvo más interesado en el quehacer político del gobierno actual que en el trabajo de profesor.
Sinceramente creo que su verdadera vocación siempre fue la política. Es un verdadero convencido del proceso correísta y un ferviente admirador del líder, incluyendo sus visiones jurásicas de geopolítica, contra hegemonía ó, el ALBA, imprescindible para ganarse un lugar en el régimen.
Sobre su origen franco-británico, no creo que nadie debería hacerse problema por eso. Henry Kissinger nació en Alemania y fue secretario de Estado de EE.UU… Lo único paradójico aquí es que un régimen que ha tenido el tema de la soberanía en la punta de la lengua, haya dependido tanto de asesoría de expatriados para pensar su política exterior.
Que lleguen a dirigirla era solo cuestión de tiempo. En todo caso, todo tiene un lado positivo: será el primer canciller de AP en tener alguna formación en Relaciones Internacionales; y, el primero, en hablar otro idioma que no sea el español, cosa que no pasaba desde María Isabel Salvador.
Para quienes tienen expectativas de un cambio de rumbo, les invito a ser realistas. Long es más ideológico que Patiño, Espinosa y Salvador juntos, aunque tal vez menos que Falconí. El norte de su política exterior seguirá siendo la ya irrelevante idea del frente contrahegemónico, algo que hasta Cuba abandonó hace tiempo.
Al final, lo único que el Ecuador ha logrado en este tema es crear una laxa coalición que –parafraseando a Marx- podría llamarse “autoritarios del mundo uníos”. Nada que solucione problemas reales y urgentes del Ecuador; si acaso, todo lo contrario.
Suerte en su gestión.
Serán meses de navegar la ola de protestas y demandas diplomáticas que se vienen por el timbre cambiario, el desprestigio por el trato “judicial” dado al caso de Montañita ó, el insufrible manejo de la imagen exterior de los embajadores y funcionarios políticos en Alemania y otras partes, que no tienen idea de cómo ejercer sus cargos. No puede haber buena política exterior cuando hay tan mala política interior.