Reformas cubanas

Patricia Grogg
IPS

Entre los grandes desafíos de las reformas asumidas por el presidente Raúl Castro figura el de elevar la calidad de vida de la población cubana, enfrentada aún al impacto de una recesión iniciada hace más de 20 años, que truncó sus aspiraciones de equidad económica y social.

El aumento de las desigualdades se hizo evidente a partir de la crisis desatada tras la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista del este europeo, a principios de los años noventa. El período especial (como se denomina esa larga etapa recesiva) “afectó incluso moralmente el concepto de igualdad”, según el Esteban Morales.

Para minimizar el costo de la recesión, el gobierno de entonces, encabezado por Fidel Castro (1959-2008), abrió el país a la inversión extranjera, fomentó con mayor fuerza el turismo internacional, legalizó la tenencia del dólar y creó las Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD), entre otras medidas cuyos beneficios económicos llegaron acompañados de inequidades.

Sin embargo, María Caridad González, de 36 años y casada, valora su sentido de la igualdad por las posibilidades de inclusión social de su hijo de 10 años, que “ya sabe que para avanzar en la vida solo tiene que estudiar y convertirse en un profesional”. El acceso gratuito a la educación y los servicios de salud ha sido durante este medio siglo valioso espacio de igualdad social.

De origen campesino, González emigró a La Habana a mediados de los noventa. “Al principio fue difícil. Había un gran desabastecimiento, faltaba de todo, pero igual me quedé y me casé. Ahora hay muchas tiendas y mercados de alimentos y lo que falta es dinero para comprar”, dijo la mujer, que trabaja en el servicio de limpieza en una empresa con capital extranjero.

Su caso no es el peor, pues redondea sus ingresos mensuales con servicios domésticos en casas de familias conocidas, que le aportan mensualmente otros 80 pesos cubanos convertibles con el dólar y de circulación legal. Llevados a la moneda nacional, los ingresos personales de González ascienden a 1 920 pesos. Esa cifra equivale a más de cuatro veces el salario medio estatal de 470 pesos (19 dólares). ‘‘Gracias a mis ingresos sobrevivimos los meses en que mi esposo, cocinero en el sector turístico, estuvo sin trabajo’’, aclaró González, cuya situación contrasta con la de su vecina, profesora de enseñanza primaria de 55 años que gana 750 pesos mensuales y ninguna divisa. “Lo que molesta es que personas con menos preparación y responsabilidades ganen más que un profesional.

Las brechas de desigualdad se han ensanchado al paso de las diferencias de ingresos.

Quienes solo disponen de un sueldo estatal, personas jubiladas o protegidas por la asistencia social están muy por debajo de satisfacer sus necesidades básicas.

Preservado aun por encima de las dificultades económicas, el sistema de salud, educación, seguridad social y asistencia a personas vulnerables resultó decisivo para situar a Cuba este año en el lugar 44 del Índice de Desarrollo Humano del PNUD.

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