El mestizaje violento y la explotación y opresión del coloniaje, plagaron a nuestra sociedad de resentimientos, ignorancia, enfermedad y hambre, agravados por una educación sin valores y buenas costumbres y por la demagogia y el caudillismo. Pero no todo fue negativo. Hemos tenido personas -de diferentes tendencias ideológicas- que dejaron una herencia de santidad, heroísmo y cultura, que nos enorgullece, y una obra pública importante, construida en pertinaz penuria fiscal: miles de kilómetros de carreteras, sistemas de energía eléctrica, alcantarillado, agua potable, control de inundaciones y riego, numerosas escuelas, colegios, universidades, cuarteles militares y policiales, hospitales, centros de salud y escenarios para la cultural y el deporte.
El análisis de ese pasado, de luces y sombras, arroja valiosas lecciones, pero que no bastan. Necesitamos mirar sin prejuicios el mundo y verificar que los países que han vivido dentro del Estado Social de Derecho y de la Economía Social de Mercado han alcanzado un alto grado de libertad, crecimiento económico y justicia social. Comparemos Europa, EE.UU. y Japón con la Unión Soviética, Cuba y Venezuela, devastadas por el socialismo totalitario. Importa entonces destacar las leyes, instituciones y políticas públicas que son consustanciales al Estado de Derecho y a la Economía de Mercado, humanizada por un hondo sentido social: -proscripción de la tiranía, respeto de los derechos humanos y protección de la vida y los bienes de las personas; -respeto por el poder Ejecutivo de la independencia de la función pública que legisla y fiscaliza y de la que administra justicia; -alternancia en el ejercicio del poder; -libertad de expresión y respeto a los medios de comunicación social; -sujeción a la ley en la contratación pública, especialmente de las grandes obras y de la explotación de recursos naturales; -preservación de los mercados naturales y utilización de las fuentes de crédito blando; -fomento de la inversión nacional y extranjera par disminuir el desempleo y fortalecer la economía; -ahorro de recursos para los tiempos de crisis; -fortalecimiento de la cohesión nacional; -rechazo al uso de las Fuerzas Armadas como instrumento político; -cultivo del orden y la disciplina; -atención prioritaria a la educación, ciencia y tecnología, salud, vivienda popular y seguridad social. Salvo estas últimas actividades -distorsionadas por el populismo, la corrupción y el desorden-, el Gobierno ha hecho lo contrario de lo que la sana experiencia universal aconseja.
En tanto la oposición está desunida y paralizada por intereses y recelos minúsculos, no presenta una clara alternativa al socialismo totalitario ni rechaza debidamente los abusos del poder parapetado tras la falsedad del golpe de Estado y del magnicidio.