Durante los meses que le quedan al actual El Gobierno se intentará contratar nueva deuda por USD 13 000 millones para construir la refinería del Pacífico, una obra que en los planes iniciales costaba menos y cuya inauguración estaba prevista para el 2013.
Ocho años han sido insuficientes para conseguir el financiamiento que requería esta planta refinadora, pero solo se ha podido aplanar el terreno, construir un acueducto y contratar estudios que han demandado USD 1200 millones de inversión, sin ningún rendimiento hasta la fecha.
Tener esa cantidad de recursos hundidos evidencia que el proyecto se armó al apuro, sin estudios y sin certezas sobre su viabilidad económica. Pero también explica la urgencia del Gobierno de sacar adelante esta obra, ya que necesita justificar la inversión realizada hasta el momento, aunque el costo pueda ser mayor.
Por todo esto cabe preguntarse si el más adecuado para llevar adelante una obra de esta magnitud es el Gobierno, que, por otro lado, intenta actualmente deshacerse de otros activos estatales para financiar el presupuesto del Estado, entre ellos, hidroeléctricas, una aerolínea y un banco.
Si las centrales hidroeléctricas, consideradas en su momento como estratégicas por el Gobierno, pueden pasar a manos privadas, no hay ningún motivo para que la refinería del Pacífico también pueda ser levantada con capital privado, a su cuenta y riesgo.
Lo anterior tiene varios beneficios. El principal es que demostraría la viabilidad de la obra, ya que nadie arriesgaría sus recursos en proyectos que no son rentables. Lo segundo es que atraería recursos frescos a una economía que demanda inversión extranjera, mejorando así la imagen del país. También puede aprovecharse para abrir una licitación, que es la forma más transparente de manejar recursos públicos. Y por último, bajaría la presión de la deuda pública en las cuentas fiscales, dejando al Gobierno con más libertad para invertir en proyectos de mayor rentabilidad social.