Durante los últimos 30 años, tuve que soportar unos siete mundiales de fútbol con mis hijos y algunos amigos. En estos, reconozco que enriquecí mi vocabulario colombiano con algunas palabras florecidas, a menudo útiles para la vida cotidiana, pero sobre todo pude reafirmar mi feminismo y mis resistencias a las manifestaciones machistas de ese clan de homínidos en que se convierten a veces los, y hoy también las, amantes del fútbol.
Para este año decidí que haré uso de una tarjeta violeta cuando mis hijos, sus amigos y sus amigas vengan a mi casa para asistir a algunos partidos del Mundial. Seguramente aprovecharemos este evento para estrenar las nuevas tecnologías de un televisor plasma. Mostraré una tarjeta violeta, que no será de sanción sino de reconocimiento, cuando:
1- Los hombres expliquen a las mujeres de mi generación las jugadas difíciles sin tratarlas de ignorantes o estúpidas. Soporté varios mundiales sin entender las reglas de un “fuera de lugar”. Hoy ya sé qué es, pero aún me sigue pareciendo que todos están en el lugar preciso en el momento exacto…
2- Después de estar reunidos más de seis hombres en casa para un partido y gritar ¡gooool! no haya cristales rotos. Recuerdo las manifestaciones de euforia el año en que ganó Francia y el florero que rompieron mis hijos y sus amigos al celebrar el gol de la victoria.
3- Las celebraciones, los gritos de euforia y las expresiones relativas a errores en el terreno no exacerben el machismo y el racismo ni inviten a aniquilar al otro o a los otros.
4- Las mujeres alaben las cualidades físicas de los jugadores independientemente de sus capacidades futbolísticas, y no sean censuradas .
5- Los hombres no manden a las mujeres a la tienda por más cerveza, se atiendan por sí mismos o atiendan a sus invitados.
6- Los hombres encuentren palabras para calificar a los jugadores que cometen errores, diferentes a las clásicas .
7- Los hombres no reprochen a las mujeres que no quieran acercarse al televisor durante los partidos del Mundial y se alegren porque se reunieron entre ellas, se fueron al cine solas.
Que los partidos del Mundial de fútbol sean motivo de convivencia lúdica y gozosa entre hombres, mujeres, niños y niñas y palomitas de maíz y que, como lo expresó Eduardo Galeano, la melancolía que sentimos al final de un partido se asemeje a la que sentimos después del amor. Y yo agrego, se asemeje a la que sentimos después de los resultados de una elección presidencial. Talvez entonces podré, como mujer, empezar a tomar en serio el fútbol y la política.
La tarjeta violeta se hará extensiva a todo junio cuando el fútbol no sea el único motivo de conversación.