Desde hace más de 80 días, tras el desplome de una plataforma de extracción petrolera, un pozo de la multinacional BP, escupe diariamente desde el fondo del mar en el golfo de México 60 000 barriles diarios de crudo. Ya van cerca de 500 000 barriles que flotan en el agua y que han llegado a las costas de Louisiana, Alabama, Misisipi, Florida, destruyendo, junto con los químicos disolventes echados en grandes cantidades por los presurosos responsables de la empresa, el hábitat humano y la riquísima flora y fauna en miles de kilómetros cuadrados. Es la más grande catástrofe ecológica en la historia de los Estados Unidos.
Ni la enorme capacidad financiera y tecnológica de la cuarta empresa mundial del ramo, que cuenta por lo demás con el pleno respaldo de su Gobierno, el británico; ni los gigantescos recursos que en todo sentido dispone la megapotencia mundial, en cuyo territorio se produce este catastrófico accidente, han podido detener hasta hoy el derrame, peor aún sus consecuencias. Mientras escribo esta nota y mientras Ud. la lee, amiga lectora, amigo lector, miles de barriles siguen saliendo y contaminando el mar y las costas del sur de Estados Unidos. El Presidente Obama ha ordenado que no se escatimen recursos para resolver esta situación que incluso está afectando políticamente su propia administración. Y hasta ahora nada.
Parecería que no hay poder humano capaz de detener esta hecatombe natural resultante de la codicia por obtener el simple lucro que ofrece la más fácil, dañina y rentable forma de energía: el petróleo. Parecería que toda esa capacidad se dedicó a desarrollar mecanismos para la exploración y para la explotación pero no para la prevención ni remediación de una situación como esta, que se ha ido de las manos no solo de los técnicos sino también de los responsables políticos.
El Ecuador ha propuesto al mundo la revolucionaria alternativa de mantener el petróleo que existe bajo tierra en el parque nacional Yasuní para proteger la extraordinaria biodiversidad de la región y la vida de pueblos no contactados, para cambiar la matriz energética y el propio modelo de desarrollo con responsabilidad. Aún hay escépticos de esta iniciativa. Unos que la rechazan por interés; otros que la miran con desconfianza por desconocimiento. Con lo que sucede en el golfo de México deben ponerse a reflexionar’
Lo que sucede, de manera incontrolable, en el golfo de México es una razón adicional -como si fuera necesario- para impulsar ahora más que nunca la Iniciativa Yasuní ITT por sus propios y válidos argumentos y para evitar que una tragedia similar que nadie puede parar se produzca en nuestro país. ¿Qué haríamos nosotros si un accidente semejante se produjera en nuestra Amazonía?