Raúl viaja al pasado

Raúl Castro ha emprendido un lento viaje al pasado. Quiere regresar al 13 de marzo de 1968. Será su tímida reforma económica al desbarajuste heredado. En esa fecha Fidel confiscó y estatizó casi 60 000 microempresas que todavía estaban en manos privadas, dado que las grandes y medianas ya las había engullido en los primeros dos años de dictadura. A ese disparate le llamó “una ofensiva revolucionaria”.

Con un estalinista chasquido de sus dedos, el Comandante acabó con las empresas familiares que reparaban toda clase de objetos y el resto de los artesanos y técnicos que aliviaban un poco los horrores del sector público, ya afectado por la burocracia, la escasez y la inflación. En pocos meses el purgatorio comunista se había convertido en un infierno: casi nada podía arreglarse o reemplazarse. La decadencia se aceleró hasta hoy: un país en ruinas.

¿Por qué Fidel cometió una estupidez de ese calibre? Lo hizo por razones morales. “No queremos -dijo- que los hombres sigan el instinto del egoísmo de la individualidad, la vida del lobo, la vida de la bestia'”. Para Fidel, el cubano emprendedor que deseaba luchar por mejorar la calidad de su vida y la de su familia era un canalla insolidario, al que había que reeducar hasta transformarlo en el ‘hombre nuevo’ o erradicarlo a sangre y fuego.

Fue una época de radicalismos. En octubre de 1967 moría Ernesto Che Guevara en Bolivia, suceso que provocó duelo oficial que incluyó el cierre permanente de todos los cabarés y salas de fiesta. Divertirse era impropio de revolucionarios. En enero de 1968 Fidel arrasaba con algunos marxistas críticos del partido comunista a los que llamó “microfracción” antes de encarcelarlos. En agosto apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia. Estaba desatado. Era el ‘Año del guerrillero heroico’. Todavía no se había inventado el Prozac.

Hoy casi todos en Cuba, incluido Raúl, reconocen que aquellos espasmos ultracomunistas de Fidel aumentaron el desastre económico. Pero de lo que muchos revolucionarios todavía no se han librado, incluido Raúl, es de la censura al espíritu emprendedor.

Por eso va a fracasar la reforma de Raúl Castro. Porque trufa los cambios con toda clase de cautelas, limitaciones y castigos. No cree en la libertad. No está convencido de lo que hace y arrepentido por lo que hizo. Accede a regañadientes, forzado por la catástrofe que han provocado. Sólo está buscando forjar un tenue tejido empresarial capitalista para salvar su dictadura comunista de partido único. Cree que, si lo logra, podrá organizar la transmisión de la autoridad sin ceder un ápice de poder político. Ese clima no puede recrearse por decreto con medidas de ingeniería social. Así no se puede viajar al pasado.

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