¿Raquitismo o no?

Sorpresivamente la semana anterior recibí un lote de varios libros remitidos por el Ministerio de Cultura y Patrimonio, junto con un grupo de reproducciones históricas alusivas a los trabajos que ejecutara a principios del siglo XVIII, la célebre Misión Geodésica encargada de averiguar la verdadera forma de la Tierra y efectuar otras investigaciones conexas. Como se sabe, la Misión fue encabezada por el sabio Carlos María de la Condamine y ejerció definitiva influencia sobre el destino de la medio olvidada Real Audiencia de Quito.

La nota que acompañaba al envío estaba firmada por el ministro Francisco Velasco Andrade y en ella se hacía referencia a un artículo que yo publicara en el diario EL COMERCIO unas dos semanas antes. Mi comentario había expresado en parte del texto, que durante el primer semestre de este año, se había dado un "raquítico ambiente de creación cultural" que formó agudo contraste con las obras que me parecieron muy valiosas: una de historia latinoamericana y otra, un esquema de las múltiples facetas del publicista Gustavo Alfredo Jácome.

El ministro Velasco Andrade no cree que sea exacto el calificativo de "raquítico" y en apoyo de su tesis viene la enumeración de los libros recién llegados, para contrarrestar la circunstancia.

Como el asunto es de auténtica importancia, enumero la nómina de las varias obras correspondientes al ámbito editorial del Ministerio, si bien además va la aclaración de que hubo otras producciones en los ámbitos fonográfico, de diseño, artes aplicadas, el cine y lo audiovisual.

Es muy útil que conozca la ciudadanía cómo los libros incluyeron "Edén y Eva", de Huilo Ruales; "Mi museo arte para ver, arte para hacer y palabras para leer", de Adriana Díaz y Débora Morillo; "Galápagos, prisión de basalto", de Paola Ruales y Karina Vivanco; esta última es descrita como una investigación sobre informaciones documentadas y por medio de entrevistas a testigos presenciales y estudiosos de la realidad social y cultural de las islas.

Pero claro, el nudo de la cuestión es este: no es lo mismo la calidad que la cantidad de las iniciativas admitidas por el Ministerio. A veces pueden coincidir calidad con cantidad, pero debe reconocerse que este es un evento muy poco frecuente. En otras eventualidades resulta más factible que se descubra una falta de sintonía entre ambas magnitudes: puede darse mucha cantidad, pero la calidad sería el elemento que flaquearía y los efectos aparecerían entonces como lamentables.

De tal suerte que con la solo nómina no es posible adoptar una solución 'a priori' y en definitiva injustificada, con el adicional peligro que surge cuando el análisis no se reduce solo al ámbito de la producción editorial, sino que pretende extenderse hasta otros muy heterogéneos, según ocurriría con lo fonográfico, las artes aplicadas y las producciones cinematográficas.

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