Eso de que en la actualidad ya no compiten los países sino las ciudades es cierto. Sobre todo si con esa competitividad se busca atraer inversiones y ser un destino ideal para hacer negocios. Y ese reconocimiento mundial lo tienen las ciudades cuando logran buenos indicadores en aspectos como infraestructura, conectividad, servicios a empresas y a ejecutivos, capital humano, sustentabilidad ambiental, ambiente de negocios, seguridad jurídica, gobernabilidad, estabilidad económica.
Sin duda, en muchos de esos ámbitos, Quito también tiene sus cartas de presentación. El Distrito cuenta con un nuevo aeropuerto, se construye un metro subterráneo, está en marcha la edificación del centro de convenciones así como hay avances en el proyecto Zona Especial de Desarrollo Económico. La ciudad, además, concentra el mayor porcentaje de universidades del país (30%), así como se destaca su calidad de ciudad verde -de acuerdo con un ranking de The Economist- y su oferta exportable, que incluye productos de valor agregado, como software.
La capital acaba de recibir nuevos reconocimientos en los ‘World Travel Awards’ y eso también demanda el cumplimiento de nuevos desafíos para consolidarse como un destino líder en reuniones y conferencias.
Pero más allá de estos ‘premios Oscar’ se debieran apuntalar agendas hacia la definición de un plan de largo plazo, enfocado en objetivos de alto impacto global; todo esto con una efectiva interacción de las autoridades locales, las organizaciones privadas, la sociedad y, por supuesto, la Academia, para ser relevantes en una economía global.
Por ahora, una de las metas es lograr que en el 2040 Quito se convierta en ‘smart city’; es decir, lograr que hasta ese año los servicios para los ciudadanos estén tecnificados y que lleguen a la gente de una forma eficiente.
Sin duda la capital tiene un alto potencial y para aprovechar las oportunidades que se generan, la realidad obliga a replantear nuevos desafíos. En esencia, se trata de construir y trabajar por una ciudad más innovadora.