Quito terminó convirtiéndose en la plaza crucial de la confrontación política en las últimas elecciones. Con todo el aparato estatal encaramado en la campaña, y con el Presidente como su capitán y prioste, resulta que Mauricio Rodas libró una batalla heroica al haber ganado la Alcaldía. Esta no fue una victoria común, con 20 puntos de diferencia sobre Barrera, su candidatura venció por knock out. Eso sí, sus votos responden a una diversidad de demandas ciudadanas.
Sin embargo, la batalla que el Alcalde electo enfrenta de ahora en adelante es más difícil, pues deberá cumplir con las enormes expectativas generadas en torno a su candidatura.
En primer lugar, es coherente pensar que una parte de su electorado, lo hizo en señal de protesta en contra de la persistente intervención del Ejecutivo en la campaña, y de las arbitrariedades cometidas, así envió un mensaje político claro. Es decir que Rodas capitalizó el voto rebelde contra Correa. Eso implica que, al menos un segmento de sus votantes, se mueve a favor de una mayor autonomía e independencia de Quito, con lo cual reclamará una posición de prudente distancia con la administración central. Esos electores no abogarán por un enfoque excluyente y de desgaste en los temas de la política nacional, pero tampoco querrán ver a su Alcalde ausente de las grandes discusiones.
Es claro que los quiteños privilegiaremos una gestión eficiente, antes que una plataforma electoral desde la que se construya la alternativa al Gobierno; sin embargo el caso de Nebot y su cacicazgo local, deja como lección que en la medida en que se quiera construir un proyecto nacional, la reclusión parroquial no rinde frutos. Mauricio Rodas deberá procurar un equilibrio es pos de sus objetivos futuros.
En el juego de la política real, y por los intereses de la ciudad, Rodas deberá mantener una relación de armonía y coordinación con el Gobierno central. No debería estar entre los intereses del oficialismo bloquear la gestión de la nueva administración. Eso resultaría ser un bumerán y le ocasionaría más desgaste en la capital. La colaboración debería ser la moneda de supervivencia de todos los actores en juego. De Rodas, para maximizar la oportunidad que le ha entregado el pueblo de Quito, y de AP, de no perder más puntos en la capital.
Luego viene la tarea de visibilizar una gestión más eficiente como se prometió. Será vital entregar resultados palpables en las áreas más complicadas como son el tráfico, inseguridad, aprovechamiento del espacio público e incentivos para la colaboración público privada.
Quito, la joya de la corona, se enfrenta a una nueva coyuntura. Ahora se convierte en laboratorio de desafíos políticos y grandes oportunidades de gestión.