No es la primera vez. Mientras los líderes del llamado mundo occidental discuten y tratan de concertar políticas sobre los problemas mundiales, Vladimir Putin actúa. ¡Y acaba de hacerlo bombardeando Siria mientras él mismo mantenía una civilizada cumbre en los jardines del Elíseo, en París, la semana pasada con Hollande, Merkel y Poroshenko, para tratar sobre la situación en Ucrania!
No es mi intención hacer juicios de valor sobre unos y otro, pero pueden citarse varios y recientes casos en los que el Presidente ruso, sin romper con sus homólogos occidentales, toma medidas políticas y militares audaces, por decir lo menos, adelantándose a los demás.
La inminente intervención militar estadounidense para parar la guerra civil y derrocar al régimen de Bashar al Asad en Siria, en 2013, fue detenida con una hábil maniobra diplomática de Putin y de su Canciller tras advertir a Obama sobre las consecuencias de tal acción. Evitó el uso de la fuerza, cosa poco usual en él, para dar paso a la diplomacia y se adelantó, con su gestión, para ayudar a su viejo aliado, el clan familiar de Al Asad.
A pesar de las condenas y hasta amenazas de Occidente, Putin “recuperó” Crimea para Rusia en pocas semanas, a comienzos de 2014, y dejó a Obama y sus aliados nuevamente inmóviles frente al hecho consumado. Nada que hacer ante la tenaz posición de Moscú. Por lo demás, no ha dejado de intervenir intrusiva y determinantemente en la situación de Ucrania, que aún considera Crimea como suya, en la que Putin juega un papel decisivo y que está aún lejos de resolverse.
En el acuerdo negociado entre Irán y líderes occidentales en julio pasado, para limitar el uso de energía nuclear, nuevamente Putin tuvo una participación clave, no tanto por sus afinidades con los ayatolás cuanto por sus intereses económicos, venta de armamento y tecnología nuclear, y políticos en ese país y en la región. Formó parte fundamental del grupo informal creado para negociar el convenio. Otra vez logrando ventajas para Rusia.
El más reciente ejemplo. En tanto Obama, Merkel, Hollande y Cameron discuten una estrategia con el fin de enfrentar al Estado Islámico (EI) en Siria e Iraq, particularmente, Putin ya bombardea a los yihadistas desde el 30 de septiembre y de paso también a los rebeldes que combaten al cruel régimen de Al Asad. Así gana en iniciativa y en influencia en Oriente Medio, aparece como implacable frente al terrorismo y deja perplejos a los líderes occidentales. Francia reacciona unilateralmente y sigue a Rusia dos días más tarde: envía aviones a combatir al EI.
Esta relación de hechos pone de manifiesto que Putin busca recuperar para Rusia el poder de gran potencia que tuvo como Unión Soviética y, ¿quién sabe?, que no hay un liderazgo en Occidente efectivo y a la altura de las complejas y violentas circunstancias del mundo actual.
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