Enfrentaos los unos a los otros’ esa parece ser la consigna de estos tiempos. No se admite el disenso, una mínima discusión, un simple debate. O estás conmigo. O estás contra mí. En todos los ámbitos y acciones, incluso en las más cotidianas. Todos enfrentados, afilando las uñas, remordiéndose los labios, atacándose unos a otros, desprestigiando a la palabra, quitándole valor, ignorando el poder del adjetivo, el verbo, el sustantivo.
Algún goce parece haber el todo ello. Algún goce hasta morboso en donde el insulto, la bronca, la ira, la confrontación, la agresión constante se vuelven manera de hablar cotidiana. Bronca. Bronca de los gobernantes contra la prensa. De la prensa contra los gobernantes. Bronca. Bronca de los indígenas con los gobernantes. De los gobernantes contra los indígenas. Y de los indígenas contra los indígenas. Bronca. De los ecologistas contra los desarrollistas. De los desarrollistas contra los ecologistas. De correístas con anti correistas. De quienes se creen pelucones contra quienes se creen no pelucones. Bronca. Bronca por todos lados. Ira. Rabia. Palabras burdas con las que descalificamos unos a otros: corruptos, terroristas, sinverguenzas, impúdicos’ palabras con las que pronto perdemos la cabeza y la paciencia (y que suenan en la tele mientras el Mundial de fútbol, en los titulares de prensa, en los mensajes de Facebook, en comentarios y cartas de los lectores, en las sabatinas, en la sala y la cocina).
Se ha instalado entre nosotros el vocabulario sonoro, salido de las vísceras. Ese que agrede. Ese que descalifica. Que hiere. Ese que acusa. Y que acosa. Ese que impide discutir con argumentos, llegar a acuerdos, probar consensos, anteponer la razón a aquello salido del estómago. ¿Dónde quedaría la famosa campaña de ‘sonría Ecuador’? ¿O será una más de las tantas paradojas de estos tiempos? Porque, hay que decirlo, este es el tiempo de las paradojas y contradicciones. Una última, por poner solo un ejemplo: por un lado se arremete contra un gobierno socialcristiano que, a cuenta de su supuesta lucha contra el terrorismo torturó y desapareció a mucha gente y se lo pone en el banquillo de los acusados desde una comisión de la verdad para que se haga justicia. Bien. Por otro, casi con la misma vara, el gobierno (que tanto ha cuestionado esa forma de actuar de aquellos años ochenta) acusa ahora de terrorismo y sabotaje a un grupo de dirigentes que no han hecho sino protestar y a quienes los pueden acusar, si acaso, de desorden público. Terrorismo y sabotaje parecen ser palabras mayores’ ¿no?
Enfrentaos los unos a los otros. O estás conmigo o estás contra mí. Divide y reinarás. ¿Quedará alguna posibilidad de construcción de un país mejor con todos enfrentados entre sí, unos con otros, como enemigos?