En estos días de graduaciones participé en una ceremonia plagada de simbolismos. Me llamó la atención el discurso de uno de los directivos del establecimiento ya que destacó el pensamiento de los graduados publicado recientemente. Citó a uno de ellos que sobre su colegio decía: “’ con el tiempo vas conociendo como debe ser tu vida ahí, conoces gente a la que no vas a ser capaz nunca de olvidar, y vas jugando a conocer y a tropezarte, y aprendes a levantarte.
Esto es lo que pasa cuando vas a un lugar como éste, más que profesores tienes amigos y sientes que es el lugar donde debes estar’” Sobre el mismo tema citó a otro: “No me importa lo que el futuro me depare, lo único que sé, es que el estar aquí es lo mejor que me pasó, me pasa y me pasará. Al recordar mi vida aquí me siento muy feliz. Es el lugar donde crecí y me formé”.
Ante estos pensamientos el orador manifestó a las autoridades que “viniendo de un grupo duro e irreverente son para enorgullecerse, ya que se está logrando construir una escuela nueva, con clima cálido y humano y con una cultura escolar democrática, moderna y tolerante”. Pero, les alertó que ‘no hay que dormirse en los laureles’. Que ‘con humildad hay que entender, que hay muchas limitaciones que reconocer, entender y superar. Que la piedra en bruto hay que seguirla puliendo’.
Más adelante el orador destacó otro de los pensamientos de los chicos: “Nosotros, los pequeñitos niños que un día jugábamos a ser héroes, construir castillos de arena y dejábamos nuestras ideas correr y saltar en los jardines de la imaginación, hoy hemos crecido. Pero somos los mismos niños que aún deseamos construir un mundo, que gritamos nuestros sentimientos, que hacemos escuchar nuestras voces, que reímos con las cosas simples, que tenemos aventuras y travesuras”. Ante esto les dijo: “Si queridos estudiantes, nunca dejen de ser niños.
Todos nunca deberíamos dejar de ser niños’. Cuán distinto sería el mundo y el país si fuera manejado por personas con imaginación, pureza y alegría.”
En otra parte de la exposición el orador alabó la característica más destacada del grupo.
Su vocación por la libertad: Y citó a otro estudiante: “He fluido como el humo rodeando a mis obstáculos y dificultades sin quedarme quieto” ‘ “Empiezo a sentir que el límite no es el cielo”. Si queridos, chicos y chicas – les dijo- su valor más preciado es la libertad, pero siempre deben recordar que libertad sin responsabilidad es una nueva cárcel gobernada por la irreflexión, la comodidad, la mediocridad y la vagancia.
Y remató el discurso citando a otra voz juvenil: “Ya hay que tomar conciencia del mundo que nos espera porque vamos a salir allá y sin la brújula de madres y padres, los únicos que nos pueden ayudar somos nosotros mismos’”
Por último les dijo: “Muchachos’ desplieguen sus alas”