Las controversias originadas en los últimos días o semanas como el caso Yasuní, el tema del aborto y las amenazas por la disidencias con la voz oficial, el próximo Código Penal Integral y su capítulo sobre la mala práctica médica, entre otros, evidencia un inédito caso de la temática política e institucional del Ecuador. No estamos en un Régimen democrático caracterizado por el imperio de una norma jurídica superior y la independencia de las funciones del Estado; se han conjugado exitosamente la tradición caudillista que arrastramos desde la Colonia, la incubación adulterina de un extraño proyecto en la Constitución de Montecristi y la buena suerte de recursos de libre disponibilidad para las ánforas públicas, la obesidad burocrática y cualquier proyecto que sea novedoso. Todo programado por una estrategia publicitaria que algún día se conocerá a fondo.
Esta descripción en términos de antecedentes y hechos actuales, no aclara sin embargo la profundidad y diferencias del actual proceso con parecidos del pasado. Respondemos a una tendencia histórica autoritaria que en algunas épocas fue dominante pero que en estos años se consolidó. Esto no implica la eternidad como lo demuestra el final anunciado del chavismo en Venezuela o la próxima derrota legislativa en Argentina.
Sin embargo, la situación del Ecuador es diferente, pues el escenario cuenta con un solo actor en la cúspide de una pirámide y al frente no existe ninguna oposición que presente un proyecto alternativo, solvente y posible. Esto requiere un plan, un liderazgo personal o colectivo y el equipo técnico adecuado como soporte básico. Por eso, si se estudia el caso actual, los tres elementos se han producido: un liderazgo a toda prueba del presidente Correa, un equipo del integrado por experimentados y al mismo tiempo caducos personajes de la vieja izquierda y un plan emblemático como el de la Revolución Ciudadana o el de socialismo del siglo XXI.
Por tanto, nunca debió extrañarse que se apruebe una ley de comunicación; por el contrario, resulta inexplicable que, en estas circunstancias, se haya retardado tanto. Tampoco que se abriera un extenso y desgastante debate nacional, así como se apruebe el Código Penal Integral y la cirugía quede relegada exclusivamente a los profesionales cubanos, pues solo un insano médico nacional puede exponerse a que los resultados de su ejercicio sean expuesto a la justicia a pesar de su diligencia profesional.
El proyecto está casi consolidado; solo faltan las próximas elecciones municipales. El proceso concluyó en Quito y en casi todo el país. En Guayas solo queda duda sobre la Prefectura, concejales y consejeros. Por tanto, en los cajones de la esperanza de un cambio, que no implique un regreso al pasado, queda lo que se conoce como implosión. Para explicar el término, hay que imaginarse un volcán que se devora a sí mismo .