Costa Rica ocupa el cuarto puesto entre los países americanos que más cocaína decomisaron en el 2013. Es difícil saber si la noticia es motivo para celebrar. Por un lado, habla de la eficacia de nuestras fuerzas policiales. Por otro, confirma el destacado papel del territorio nacional en el tráfico internacional de drogas.
Para colmo de males, es bien sabida la desproporción entre la droga incautada y la trasegada con éxito. Si el decomiso se aproximara más a la cantidad trasegada, los narcotraficantes abandonarían la ruta o el negocio. Las capturas son, entonces, confirmación de un trasiego mucho mayor.
Sería, sin embargo, mezq uino, dejar de reconocer la labor de la Policía costarricense, a cuyos esfuerzos se debe el decomiso de más de 20 toneladas de cocaína, según las proyecciones hechas para el cierre del año. Las incautaciones son un significativo porcentaje de las 820 toneladas de cocaína fabricadas este año en el mundo, según estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
Si los datos y estimaciones son correctos, Costa Rica y Panamá habrían decomisado, en conjunto, algo más del 7% de la producción total de cocaína El logro, por supuesto, también responde a la colaboración internacional y una parte significativa de los decomisos se hicieron en altamar, donde el aporte de las fuerzas navales de los Estados Unidos es de vital importancia. El intercambio de inteligencia también desempeña un papel fundamental.
Tanto mayor es el éxito, si se consideran el tamaño del país y los recursos a disposición de los investigadores. Estados Unidos, mercado por excelencia del narcotráfico, figura en el primer lugar de la lista, seguido por Colombia, país productor por excelencia. Entre las naciones comparables con Costa Rica, solo Panamá está mejor ubicada, con 38 toneladas decomisadas en el año.
Si los datos y estimaciones son correctos, Costa Rica y Panamá habrían decomisado, en conjunto, algo más del 7% de la producción total de cocaína. Las cifras difundidas por la Unodc no permiten establecer cuánto representan esos decomisos del total incautado. No es posible dudar, sin embargo, del papel protagónico de los dos países en el tráfico ilícito y apenas cabe imaginar la cantidad de droga trasegada por sus territorios sin detección.
Si bien la labor de la Policía costarricense es digna de encomio, la dimensión del problema evidentemente rebasa sus posibilidades y es preciso redoblar esfuerzos para impedir el tráfico ilícito hasta donde sea posible. El narcotráfico y sus enormes recursos económicos han demostrado de sobra su capacidad para penetrar instituciones y subvertir el orden social.
Costa Rica no puede bajar la guardia, y eso incluye la preservación de los mecanismos de acción conjunta con naciones amigas, entre las cuales destaca EE.UU. Los convenios para el patrullaje de nuestros mares son quizá el principal medio para concretar la colaboración. Por eso es cada vez más difícil comprender las poses adoptadas por la Asamblea Legislativa hasta cuando se le pide autorización para permitir el ingreso de naves extranjeras con el propósito de entregar alijos de droga necesarios para probar la comisión del delito.