Para muchos, sí, pero no para todos. Pensemos un poco no solo en quienes calificamos como “pobres” en el estricto sentido económico, pues en cuestiones de dignidad y moral lo son.
Nos referimos a los que -pobres o no pobres- han adquirido en el 2010 deudas para pagarlas en 3, 6 y 12 meses; y de los que adquirieron “carro nuevo”, para pagar el precio en el lapso de hasta 5 años.
Observemos lo que está delante de nuestros ojos. Los económicamente “pobres” se endeudan en objetos diferentes, de uso cotidiano. Mientras el autor de esta nota dispone de un celular de 100 dólares, un pariente de la empleada de hogar obtuvo uno de más de 400 dólares, que cuenta adicionalmente con servicios para filmación, captación de música, conexión al Internet, fotografía y una serie de juegos electrónicos. Si algunos tenemos un televisor común, el pariente de la empleada adquirió un plasma.
Acudiendo a una ceremonia de bautizo del nieto del trabajador agrícola, nos da alegría ver cómo los tíos aparecieron en la iglesia con máquinas de fotografía, uno de ellos con filmadora y, por cierto, luego de la ceremonia ofrecieron recepción, recuerdos del suceso y el infaltable licor para animar el baile con un aparato de música de gran tamaño y potencia, preferido por muchas personas de economía corta.
¿Es éste, acaso, el fenómeno del “status” social, cuyo medio para conseguirlo requiere todos esos bienes, en buena parte para exhibirlos ante los parientes y amigos? Para cierta esfera económica, exhibir bienes caros también es recurrente; pero para los de situación económica mediana o baja se torna imperativo, aunque los créditos los mantengan atados al vendedor todos los meses del año siguiente. Si debe pagar deudas del año 2010 hasta diciembre del 2011, ¿cómo harán para obtener nuevas deudas a pagar durante el año 2012? ¿Se explica, por allí, la informalidad en el cumplimiento de obligaciones; o, lo que es peor, la estafa?
“No deseamos quedar atrás de nadie” en materia de celebraciones. Fue patético escuchar en la TV a una señora que había recibido un préstamo de 75 dólares para el vestido de la hija que luciría en la fiesta por sus 15 años de edad. Y con qué intereses, aunque el cobro lo hagan a razón de pocos dólares en cada semana.
La fiesta, por uno o cualquier suceso, los desplazamientos masivos a la playa en más de una ocasión en el mismo año; la adquisición de ropa de marca y otras satisfacciones humanamente comprensibles y justificables, si lo hacemos mediante crédito ¿acaso no provocará problemas en este año 2011, particularmente si se tiene en cuenta la rigidez de los vendedores con los deudores que caen en mora?
Para muchos, en el año 2011 “la fiesta se acabó”, mientras ya nos acostumbramos a vivir “de película”, con gastos mayores a los ingresos y sin ningún tipo de ahorro.